Palabra de vida | “Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos”

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Siguiendo a Jesús a través del Evangelio de Lucas, en este Año Jubilar, iniciamos este domingo sus enseñanzas. Buen inicio pone Lucas a poner a Jesús como un Maestro que no tiene miedo de ver a sus discípulos y con autoridad presentar su doctrina. Comienza por esta Carta Magna del cristianismo, que debe suponer históricamente una colección de discursos y dichos de Jesús, al igual que lo tiene Mateo (caps. 5-7). La comunidad cristiana tuvo a bien recoger todo este material con la finalidad de ayudar por el testimonio y las palabras del Maestro a la Misión de los enviados. Esta página es, entonces, un documento que nos remonta a la catequesis cristiana de los orígenes destinada a la predicación para aquellos venidos del paganismo, que son a quienes Lucas se dirige. A diferencia de Mateo, Lucas condensa el “Discurso del Monte” en un texto más reducido, teniendo como centro el amor, y ambientado en un “lugar explanado”, ya que Jesús está bajando de la montaña en donde había pasado la noche en oración (6,12-16). Hoy la liturgia nos propone la solemne apertura de ese discurso, marcado por las bienaventuranzas y por las maldiciones. La originalidad de Lucas está en que a las cuatro bienaventuranzas corresponden cuatro “ayes”. Las bienaventuranzas que en su origen bíblico representan para el justo alegría, serenidad, éxito, bienestar, prosperidad, en el mensaje de Jesús ¿cómo catalogarlas para los pobres, los hambrientos, los afligidos y perseguidos? Parece que referidas a ellos son un absurdo. No cabe duda que Jesús, lo que quiere es realizar una provocación a través de sus afirmaciones. Supera el tema social que excluye y oprime al hombre, presentando la “verdadera dicha”, la “verdadera felicidad” para quienes, oyendo su Palabra con corazón pobre, disponible y sincero, se hacen receptores de las promesas del Reino de Dios que el propio Jesús ha inaugurado. Ciertamente los ricos, los satisfechos, los poderosos están demasiado llenos de sí y de las cosas que no logran acoger nada más. Hay en resumen una pobreza que nos hace rico, tal como lo señala Jesús.

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