Palabra de vida |“Al comienzo de la creación…”

0
165

Tanto la primera lectura como el texto del Evangelio se complementan en la comprensión bíblica de la pareja humana, constituida por el varón y la mujer y en la visión católica del matrimonio. Entonces, después de la primera lectura del Deuteronomio que refiere al relativo procedimiento mosaico del divorcio, Jesús pasa al luminoso texto del Génesis, en donde el amor de la pareja está inscrito en la carne viva, es decir, en la propia existencia del hombre y de la mujer. En realidad, en escena está un personaje que en hebreo se llama “ha’adan”, literalmente hombre, por tanto no es un cierto Adán, ni sólo el primer hombre, sino el hombre, de todos los tiempos y de todos los lugares, la humanidad. Luego dice el texto que “Ésta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada.

La mujer se le ha solicitado al Creador como una compañía y como dice el literal hebreo, una ayuda “que le esté de frente”, una persona en la cual poder fijar la mirada en un intenso diálogo interior. Así pues, después que el hombre tiene la experiencia, según el Génesis, del trabajo, la ciencia, la cultura, llega a al descubrimiento de la presencia de la mujer, que le borra la soledad, los dolores y le colma de alegría.

Ese ha sido le proyecto que desde el comienzo de la creación, Dios ha querido para el ser humano: “el hombre dejará a su padre y a su madre y los dos serán una sola carne”. Jesús, recurriendo al texto de los orígenes del mundo, deja claro que la raíz del encuentro del amor matrimonial entre el hombre y la mujer, está en la voluntad del Creador de todo, que coloca como ley natural, escrita en los corazones de los seres humanos, el ideal de la donación integral de las personas en este proyecto de amor, que no puede ser anulado fácilmente por una “hoja de repudio” o “permiso de dispensa”, como lo señalaba la ley deuteronomista. Con la liturgia de la Palabra de este domingo, el Cristiano celebra el esplendor del matrimonio, como proyecto divino, en el cual la pareja humana, descubre que están unidos por un lazo santo que les reanima en su renovación y la frescura de la donación mutua de cada día, a veces empañada por el tiempo y la costumbre. Con esta santa Palabra, Jesús nos recuerda con vehemencia que hemos sido creados para la complementariedad mutua del hombre y mujer.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí