Los jóvenes hondureños no deben ser indiferentes a la realidad nacional

Los jóvenes hondureños enfrentan un reto crucial: ser agentes de cambio en una sociedad afectada por la corrupción

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La realidad social y política de Honduras está marcada por desafíos que afectan a toda la población, pero en especial a los jóvenes, quienes son testigos de constantes actos de corrupción que generan frustración y des- interés en el sistema político. Sin embargo, la Iglesia católica y sus líderes, como el Padre Alberto Enamorado, asesor de la Pastoral Juvenil Arquidiocesana de Tegucigalpa (PJA), hacen un llamado a la juventud a no quedarse de brazos cruzados ante esta situación y a convertirse en protagonistas del cambio que tanto necesita la sociedad hondureña.

Hoy en día, uno de los temas que más provoca rechazo entre los jóvenes es la política. Muchos ven en ella un espacio donde prevalece el interés personal sobre el bienestar común, lo que los lleva a desconfiar y rechazar la posibilidad de participar activamente, como bien lo expresa el Padre Alberto al decir “La política no es en sí mala, el modo de hacer política es lo que varía y que el hombre hace un mal uso de ella”. Esta falta de confianza en las instituciones y en los líderes políticos afecta no solo a los jóvenes, sino también a sus familias, lo que refuerza la idea de que la política no es una vía viable para solucionar los problemas del país.

Formación

Frente a esta realidad, la Iglesia Católica se ha propuesto educar y formar a los jóvenes en una visión de la política que esté basada en principios éticos y morales. A través de la doctrina de la Iglesia, se busca que los jóvenes comprendan que la política es una herramienta que, bien utilizada, puede ser clave para el desarrollo y progreso de la sociedad.

Para la Iglesia, es vital que los jóvenes entiendan que ellos son los futuros líderes y que tienen el poder de hacer un cambio significativo si se comprometen a actuar con principios éticos, integridad y un sentido de justicia social. Esta formación no solo se basa en la enseñanza de valores cristianos, sino también en la promoción de una ética cívica que les permita tomar decisiones conscientes y responsables en el ámbito público.

Llamado

El compromiso de los jóvenes con la realidad de su país es ineludible. Como destaca el Padre Alberto, la Iglesia les enseña que “al formarse, al ser conscientes de las diferentes necesidades, de tener una verdadera integridad y una moral muy alta, con principios cívicos y cristianos, se puede lograr hacer algo mucho mejor”. Este compromiso debe estar impulsado por el deseo de construir una sociedad más justa y equitativa.

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