TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura” (Mc 16,15). Esta consigna, dada por Cristo a sus discípulos, no es solo un recuerdo del pasado, sino una misión vigente, urgente y desafiante. En un mundo donde el ruido, la indiferencia y la cultura del descarte parecen imponerse, anunciar la Buena Nueva requiere más que palabras: exige entrega, sacrificio y fe profunda.
Santiago Apóstol, a quien celebramos este próximo 25 de julio y quien fue uno de los primeros en dar su vida por el Evangelio, es hoy un faro que ilumina el camino de todos aquellos que han comprendido que evangelizar no es una opción secundaria, sino una vocación fundamental del cristiano. Su testimonio, firme hasta el martirio, nos recuerda que llevar a Cristo a los demás implica cruzar fronteras culturales, emocionales y hasta físicas. “Evangelizar no es solo tarea de curas o monjas, es responsabilidad de todos los que hemos tenido un encuentro con Jesús”, afirma Claudia Suazo, catequista.
Para ella, la evangelización inicia en la familia, se extiende a la comunidad y llega hasta el rincón más lejano donde haya necesidad de amor, esperanza y verdad. “Hay veces que la gente te cierra la puerta o te dice que no cree, pero ahí es cuando más debemos insistir, como lo hizo Santiago”, agrega. En esa misma línea se expresa María Ester Molina, joven de la Pastoral Juvenil, quien encuentra en la misión una forma concreta de vivir su fe. “Los jóvenes también estamos llamados a ser misioneros. No necesariamente hay que irse a otro país; hay jóvenes en nuestras escuelas, barrios y redes sociales que nunca han escuchado el verdadero mensaje de Jesús. Nuestra vocación es ser luz donde hay oscuridad”, dice convencida.
Hoy más que nunca, el mundo necesita evangelizadores que no se detengan ante las barreras, que se hagan cercanos al estilo de Jesús y que, como Santiago, lo den todo, incluso la vida, por amor al Evangelio.