Las Bienaventuranzas enseñadas por Jesús, nos revelan “El camino a la felicidad”, es decir, “Su camino”. Esto, porque ellas “Iluminan las acciones de la vida cristiana y revelan que la presencia de Dios en nosotros nos hace verdaderamente felices”, dijo el Papa Francisco en una de sus más recientes Audiencias Generales. Y justamente, esas Bienaventuranzas podemos aplicarlas a nuestro diario vivir y así llenarnos de esperanza en medio de tantas tribulaciones.
Podemos reflejar a Cristo en nuestras comunidades, en la sociedad, en la familia, en el trabajo, en todas las áreas de nuestra vida. En este tiempo, es fundamental que nosotros podamos ser una prolongación del rostro misericordioso de esperanza, de amor, de caridad y de fe. Las Bienaventuranzas son una invitación para que el cristiano sea feliz y viva cada momento con un espíritu alegre, una de ellas nos dice “Felices los que tienen espíritu de pobre, porque de ellos es el Reino de Dios”.
Auténticos
Manfredo Fajardo, director de la Escuela Continental de (CEB’s) “Nuestra Señora de Suyapa” en la Arquidiócesis de San Pedro Sula, considera que la Iglesia necesita cristianos bienaventurados “Cristianos que no busquen seguir o imitar modelos que el mundo les presenta de distinto liderazgo, queriendo buscar ser mejor que los demás. Recordemos que es el Espíritu Santo quien nos da la fortaleza y la sabiduría para que esa pobreza humana sea fortalecida y así podamos servir a los demás hermanos en las necesidades que presenten”.
La Hermana María Luisa Arévalo, de la Congregación Siervas de la Misericordia de Dios, dijo que podemos aplicar las Bienaventuranzas infundiendo la confianza en Dios que es padre y madre, que nos ama infinitamente y que está pendiente de nuestras necesidades y que se preocupa por nuestra salvación. “Las Bienaventuranzas nos invitan a tener presente que nuestra mayor riqueza es mantener nuestra fe en Dios, sintiéndonos necesitados de su amor y su perdón”, destacó.