La lealtad es un valor que debe ser prioridad en nuestras vidas

El ejemplo de María Magdalena y muchos santos, demuestran que al encontrar a Dios se tiene todo y no hace falta nada, por esa razón seremos fieles hasta el final

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Historias como las de María Magdalena se repiten también hoy. En parroquias, movimientos y comunidades, hombres y mujeres han transformado su vida al encontrarse con Cristo.

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir”, exclama el profeta Jeremías en su libro en el capítulo 20, versículo 7, mismo que ha inspirado canciones y testimonios de fe. Quien ha vivido una auténtica conversión entiende el poder transformador de esas palabras. No se trata solo de cambiar de vida, sino de abrir el alma para escuchar y acoger el llamado de Dios. A lo largo de la historia de la Iglesia, numerosos testimonios muestran cómo una conversión profunda ha sido la puerta de entrada a una vocación: al sacerdocio, a la vida consagrada, al matrimonio o al servicio misionero.

Las Escrituras ofrecen múltiples ejemplos de fidelidad y lealtad: los apóstoles que dejaron todo para seguir a Jesús; San Pablo, que pasó de perseguidor a predicador y, de manera muy especial, Santa María Magdalena, quien, tras encontrarse con el Señor, fue la primera en anunciar su resurrección.

Para el formador de los Delegados de la Palabra de Dios, Juan Valladares, estos casos no son lejanos a nuestra realidad actual. “Ser leales a Dios, nos guía en hacia una transformación que surge del encuentro personal con Jesucristo. En ese momento, recibimos su gracia, iniciamos una relación íntima con Él y somos invitados a participar en su misión evangelizadora desde distintas vocaciones”, explicó.

Historias como las de María Magdalena se repiten también hoy. En parroquias, movimientos y comunidades, hombres y mujeres han transformado su vida al encontrarse con Cristo. Son testigos vivos de que, cuando Dios entra en el corazón, todo cambia. Y como dice el canto inspirado en Jeremías: “Es imposible conocerte y no amarte, amarte y no seguirte”.

María Magdalena es definida en el nuevo prefacio de la Misa como “Apóstol de los Apóstoles”. Fue ella la primera en anunciar la Resurrección de Cristo, la primera que vio el rostro del Resucitado entre los muertos, la primera a quien Jesús llama por su nombre. Ella, mujer de la que un día, salieron siete demonios y en su lugar entró el cielo.

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