Homilía del señor Arzobispo de Tegucigalpa para el Solemnidad de Corpus Christi

“Encuentro, memoria, anuncio” (Lc 9, 11-17)

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TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Estamos celebrando la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, es decir, una fiesta de exaltación de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. En el evangelio de Lucas, los Doce dicen: “ellos no tienen que comer, despídelos”. La respuesta de Jesús en cambio es: “dadles vosotros de comer”. Y la conclusión es que: “todos comieron, hasta quedar saciados”. Ellos, vosotros, nosotros. Es un problema de “ellos”, pero también “vosotros” sois parte de esta necesidad.

“Tomad y repartid lo que os doy” y formaremos juntos un “nosotros” nuevo, en el que “todos” quedamos saciados. O si quieren en otras palabras, en un mundo en el que muchos pasan necesidad, aunque sean aquellos que vemos lejos, nadie puede permanecer indiferente. Ningún alimento podrá saciarnos, si no es debidamente compartido. Volviendo al pasaje de Lucas y su clara referencia eucarística, vemos el contraste entre Jesús que “acoge” a la multitud “hablándoles del Reino y curando a los enfermos”, mientras que los Doce, le piden “despedir” a la multitud cuando el día declina y la situación es más complicada.

No entendían los apóstoles que quien se acerca a Jesús para escuchar su Palabra no quiere ya separarse de Él, sino acercarse más plenamente. La convocatoria del anuncio lleva “al nosotros” del sacramento. La supuesta distancia entre la muchedumbre (que representa a la humanidad sedienta de Dios) y los apóstoles (pilares de la Iglesia) queda superada al comer juntos el mismo pan. En la comunión con Cristo nace un nuevo nosotros, “Iglesia toda”, en la que todos caben. Remarca el pasaje tres elementos importantes: acogida, bendición, saciedad. De la acogida de Cristo, ya hemos hablado, en contraste con la despreocupada actitud de los apóstoles.

La acogida sincera, en un ambiente de ofensas y exclusiones, es un signo decisivo para la comunidad cristiana. La bendición cristiana, no es un gesto mágico o una promesa vacía, sino que -con la fuerza del Espíritu- la bendición es una palabra eficaz que lleva paz y salvación a quién la acoge. Saciedad. En un mundo de consumo sostenido en una insatisfacción inducida, la comunión eucarística remite a una profunda y serena satisfacción que nada tiene que ver con la lógica del comprar y gozar. Por ello, la disposición necesaria para la comunión sacramental es la libre y consciente profesión de fe en el Dios Trinidad y una valiente y constante renuncia al maligno, y a todas sus obras y a todas sus seducciones.

Pero al mismo tiempo, esa confesión bautismal y su rechazo a toda mentira, supone una “batalla vital” (en cuanto que dura toda la vida y en la que está en juego nuestra vida). En esa “batalla vital” no estamos solos, ni como personas y ni como comunidad, porque la presencia real de Cristo en su Cuerpo y en su Sangre nos acompaña y sostiene. San Pablo, en su texto a los Corintios ha hecho referencia a un encuentro, una memoria, y un anuncio. El encuentro en torno a Jesús, la memoria de la acción salvífica de Dios, el anuncio gozoso de la muerte y resurrección de Jesucristo.

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