TEGUCIGALPA, HONDURAS.- El mes de julio, declarado en la Iglesia como el Mes de las Vocaciones, inicia con un fuerte llamado a los jóvenes, especialmente aquellos que viven en zonas rurales, barrios marginados o comunidades empobrecidas: “No tengan miedo de escuchar la voz de Dios”, exhorta Monseñor José Vicente Nácher Tatay, Arzobispo de Tegucigalpa, quien a su vez expresa que “Honduras necesita sacerdotes con olor a pueblo, con el corazón puesto en Cristo y los pies en la tierra”. En un país donde la pobreza, la violencia y la migración obligan a muchos jóvenes a buscar salidas urgentes, hablar de vocación sacerdotal parece ir contra corriente. Sin embargo, en las montañas de Intibucá, los campos de Yoro, o los bordes urbanos de Tegucigalpa, hay muchachos que están respondiendo con generosidad al llamado de Dios.
El Padre Carlos Rubio, sacerdote diocesano y actual Vicerrector del Seminario Mayor Nuestra Señora de Suyapa (SMNSS), acompaña la formación de los futuros pastores. El nos cuenta que muchos de los seminaristas “Vienen con historias duras a cuestas: padres ausentes, necesidad económica, hogares fracturados por la migración. Pero traen consigo una fe viva, sembrada en pequeñas comunidades donde la Iglesia no ha dejado de acompañar”. Rubio agrega que “Aquí en el Seminario, no solo formamos en teología, espiritualidad y pastoral, sino que los acogemos como hermanos. Les ayudamos a sanar, a discernir, y a encontrar en Cristo su centro y sentido”.
Según cifras recientes del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el 45% de los jóvenes hondureños entre 15 y 29 años están desempleados o subempleados. Esta realidad lleva a muchos a desesperarse o buscar salidas peligrosas, como la migración irregular o actividades ilícitas. En este contexto, la vocación sacerdotal no solo es un camino espiritual, sino una propuesta de vida plena, de servicio y liderazgo evangélico. “Muchos amigos míos no han tenido oportunidad ni de estudiar”, cuenta Pablo Suazo, joven comprometido con la Pastoral Juvenil, quien ha acompañado a varios en su proceso de discernimiento como un amigo. “Cuando un joven dice que quiere ser sacerdote, en los barrios se burlan. Pero también hay otros que se admiran. Porque saben que para eso se necesita valentía y fe”, dijo.
Espacios
Actualmente, el Seminario Mayor alberga a jóvenes de diversas diócesis del país. Algunos vienen des- de aldeas recónditas donde solo hay Misa una vez al mes. Todos con una historia de fe, de lucha y de esperanza. Monseñor Nácher insiste: “No podemos quedarnos esperando que las vocaciones surjan solas. La comunidad tiene que orar por ellas, animarlas, apoyarlas. ¡Y abrir el corazón a lo que Dios quiere para nuestra Iglesia!”.
FALTA DE VOCACIONES
El 45% de los jóvenes hondureños entre 15 y 29 años están desempleados o subempleados, según cifras del INE (2024). Esto es preocupante, porque muchos de ellos se ven obligados a migrar y dejar sus hogares.
CLAVES PARA AYUDAR A UN JOVEN A DISCERNIR SU VOCACIÓN
1 Escuchar
Muchos jóvenes tienen inquietudes profundas que no comparten por miedo o burla. Escuchar con amor, sin presionar, es el primer paso para que puedan hablar de lo que Dios pone en su corazón.
2 Fomentar
La oración es el espacio donde el alma escucha a Dios. Enseñar a orar, regalar una Biblia o invitar a la adoración eucarística puede ser el inicio de un camino vocacional.
3 Ejemplo
Los jóvenes no siguen discursos; siguen ejemplos. Un sacerdote feliz, una religiosa entusiasta o un laico comprometido, son faros que inspiran. Mostrar que seguir a Cristo es fuente de alegría auténtica.
4 Acompañar
Todo joven vocacionado necesita un guía que le escuche, cuestione y oriente. Sacerdotes, religiosas o laicos preparados pueden marcar la diferencia si están disponibles con humildad.
5 Servicio
Nada enciende más el corazón que el contacto con el sufrimiento del otro. Las misiones parroquiales, visitas a enfermos o apoyo a comedores sociales son oportunidades para descubrir el llamado al servicio.
6 Identificar
Muchos jóvenes tienen miedo de “perder su libertad” o “decepcionarse”. Ayudarles a nombrar esos miedos, y mostrarles que la vocación es una forma plena de libertad, es esencial.
7 Rezar
Las vocaciones no son sólo asunto del seminarista, sino de toda la Iglesia. Orar por ellas en las misas, hacer jornadas vocacionales, y hablar del tema con respeto y apertura, crea un ambiente fecundo.