Cada año, el mes de octubre trae consigo una invitación especial para los fieles, la cual es redescubrir el Santo Rosario como una fuente inagotable de gracia y comunión con Dios. Esta antigua y poderosa oración, está profundamente arraigada en la tradición de la Iglesia y no solo nos acerca más a la Virgen María, sino que también nos permite meditar en la vida de Jesús, a través de sus misterios, con un corazón lleno de gratitud y confianza.
Oración
Rezar el Rosario es mucho más que una repetición de palabras; es un acto de fe y de agradecimiento. Al recitar cada Ave María, nos sumergimos en la historia de la salvación, reconociendo las innumerables bendiciones que hemos recibido de Dios. “Cada Ave María es como un gracias que le damos al Señor por todos los bienes que hemos recibido”, destaca el Padre Santos Pablo, recordándonos la importancia de la gratitud en nuestra relación con Dios.
Esta oración mariana es también una oportunidad para reunir a las familias en la fe, en un mundo que a menudo corre a un ritmo frenético, esta jaculatoria mariana ofrece un espacio de calma y reflexión, donde el hogar puede convertirse en un lugar de encuentro con Dios. Al rezarlo en familia, no solo fortalecemos nuestros lazos con los seres queridos, sino que nos abrimos a la gracia divina de una manera más profunda y comunitaria. “Lo más importante es hacerlo en familia, porque así nuestra Madre Santísima nos ayuda más”, comenta Brenda Mendoza, integrante de la Legión de María de la parroquia Santa María Reina, subrayando el poder de la oración familiar.
La Virgen María, Madre de la Iglesia, nos invita a tomar su mano y caminar con ella hacia su Hijo, durante este mes, rezar el Rosario nos ayudará a crecer en el amor de Dios, a confiar en su providencia y a estar siempre agradecidos por su presencia en nuestras vidas.
“Rezar el Rosario ayuda a superar las pruebas. Contemplar juntos el rostro de Cristo con el corazón de María, nuestra Madre, nos unirá todavía más como familia espiritual”. Papa Francisco
1573
EL PAPA Gregorio XIII estableció la fiesta de la Virgen del Rosario para el primer domingo de octubre, pero con el tiempo pasó a celebrarse cada siete del mismo mes, asimismo el Pontífice León XIII le dedica 11 encíclicas y es quien designa a octubre como mes del Rosario.
