En una emotiva homilía durante la Misa de Pentecostés celebrada en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco destacó la importancia del Espíritu Santo en la vida de los fieles, subrayando su papel fundamental en la misión de la Iglesia. En su mensaje, el Pontífice invitó a los creyentes a llevar el anuncio del Evangelio con vigor, pero sin imposiciones, y con amabilidad para que todos se sientan acogidos.
Francisco describió al Espíritu Santo como un “huésped dulce y consolador”, resaltando su capacidad para fortalecer a los fieles en momentos de lucha. Utilizó imágenes aparentemente contrapuestas como “fuerte y dulce”, “poderoso y amable” para ilustrar la acción del Espíritu en los corazones de los creyentes. Este “paráclito”, explicó el Papa, nos hace audaces para difundir el mensaje del Evangelio sin recurrir a la prepotencia ni a los engaños, sino con una energía nacida de la fidelidad a la verdad que el Espíritu enseña.
El Papa enfatizó la importancia de perseverar en la proclamación de la paz, el perdón, la acogida y la solidaridad, incluso frente a la adversidad. “No nos rendimos, sino que continuamos hablando de paz a quien quiere la guerra; de perdón a quien siembra venganza; de acogida y solidaridad a quien cierra las puertas y levanta barreras,” afirmó Francisco, recordando que el Espíritu nos da la fuerza para enfrentar las dificultades sin miedo.
En su homilía, Francisco también se detuvo en los símbolos del viento y del fuego, representaciones del poder divino. Sin este poder, subrayó, los seres humanos no podrían derrotar el mal ni vencer los deseos de la carne. El Espíritu Santo, explicó, entra en nuestros corazones “áridos, duros y fríos” y los cura, transformando nuestras relaciones y uniendo nuestras comunidades.
El Papa habló sobre la acción del Espíritu como un acto de unción y sanación, comparándolo con una mano que, tras roturar los surcos de las pasiones, delicadamente cultiva las pequeñas plantas de las virtudes. Esta acción del Espíritu no destruye, sino que resuena y se posa suavemente, fortaleciendo y ungiendo a los creyentes con su presencia amorosa.
Finalmente, el Papa Francisco llamó a todos a dejarse guiar por el Espíritu para anunciar el Evangelio más allá de las barreras étnicas y religiosas, haciendo de esta misión una empresa verdaderamente universal. Destacó la necesidad de un anuncio amable que acoja a todos, recordando la parábola de los invitados a la fiesta: “Vayan a la encrucijada y traigan a todos, a todos, buenos y malos, a todos”. El Espíritu, concluyó el Papa, nos da la fuerza y la amabilidad necesarias para llamar y acoger a todos en la comunidad de la Iglesia.