En su catequesis de hoy, el Papa Francisco reflexionó sobre el papel del Espíritu Santo en la evangelización, destacando su acción como guía en la predicación de la Iglesia. Inspirado en la Primera Carta de Pedro, el Santo Padre recordó que los apóstoles fueron «los que anunciaron el Evangelio por medio del Espíritu Santo» (cf. 1 Pe 1,12). En este contexto, explicó que la predicación cristiana tiene dos elementos esenciales: el contenido, que es el Evangelio, y el medio, que es el Espíritu Santo.
El Papa definió el Evangelio como la “buena nueva”, que en el Nuevo Testamento tiene dos significados principales. Por un lado, se refiere a los relatos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan sobre la vida de Jesús; por otro, a la proclamación del misterio pascual, es decir, la muerte y resurrección de Cristo, la cual es fuente de salvación para los creyentes. Citando a San Pablo, el Pontífice enfatizó: «No me avergüenzo del Evangelio, porque es poder de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rom 1,16).
El Papa Francisco subrayó la importancia del kerygma, el anuncio principal de lo que Cristo ha hecho por nosotros, como base de toda catequesis y actividad evangelizadora. En sus palabras, «nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más consistente y más sabio que ese anuncio». Hizo un llamado a la Iglesia a mantener el kerygma como prioridad en la transmisión de la fe, destacando que debe ser comunicado no solo al inicio, sino en cada etapa de la vida cristiana.
Además, alertó sobre el peligro de caer en un moralismo que priorice las obras por encima de la gracia y la fe. Para evitar este error, recordó que toda enseñanza moral debe surgir del anuncio de la salvación ofrecida por Cristo.
El Espíritu Santo, como afirmó el Papa, no solo guía el contenido de la predicación, sino también su forma. Predicar con la unción del Espíritu significa comunicar no solo ideas, sino también la vida y la convicción de nuestra fe. Recordó las palabras de Jesús: «El Espíritu del Señor está sobre mí; por eso me ha ungido y me ha enviado a llevar la buena nueva a los pobres» (Lc 4,18), insistiendo en que la evangelización efectiva nace de la acción del Espíritu Santo y no de esfuerzos humanos.
El Santo Padre resaltó que la acción del Espíritu depende de la oración ferviente. «El Padre celestial da el Espíritu Santo a los que se lo piden» (cf. Lc 11,13), afirmó, animando a los fieles a pedir este don especialmente para anunciar el Evangelio. Además, instó a los evangelizadores a no predicarse a sí mismos, sino a Cristo, recordando que la humildad y la obediencia son esenciales en el ministerio de la palabra.
En un toque de humor, el Papa Francisco pidió a los predicadores ser concisos: «Por favor, el sermón debe ser una idea, un afecto y una propuesta de acción. Y nunca debe durar más de diez minutos». Aplaudido por los presentes, el Pontífice compartió una anécdota sobre aquellos que aprovechan los sermones largos para salir a fumar, recordando que el mensaje de la predicación debe ser claro y directo.
Concluyendo su reflexión, el Papa pidió la ayuda del Espíritu Santo para que la Iglesia pueda predicar el Evangelio con fervor y autenticidad, adaptándose a los desafíos de nuestro tiempo. «Que el Espíritu Santo nos ayude, nos acompañe y enseñe a la Iglesia a predicar así el Evangelio a los hombres y mujeres de este tiempo», expresó.
Esta invitación a renovar la evangelización resuena como un llamado a todos los cristianos a vivir y anunciar la fe con pasión y compromiso, confiando siempre en la guía del Espíritu Santo.