Editorial | Nuestra voz | La conversión: de la tumba a la luz

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En este recorrido de Cuaresma retumba fuertemente la palabra “conversión” para dar respuesta al llamado del Señor Jesús que nos invita a configurarnos con la alegría pascual; en un tiempo privilegiado para hacer silencio en nuestro interior, para detenernos en el camino, para desconectarnos de nuestras rutinas, para encontrarnos con nosotros mismos y poder revisar nuestra vida a la luz de la Palabra de Dios.

Dedicando nuestro tiempo para identificar aquellas cosas que hay en nosotros que no nos dejan crecer, avanzar, que nos pesan y nos impiden ser nosotros mismos y nos apartan de Dios, de ahí que la cuaresma tiene también un marcado carácter penitencial. Es el tiempo de cambiar, de romper nuestras perezas, de salir de nosotros mismos, de renovarnos, de volver a lo que nos hace realmente felices, en definitiva, de ponernos en sintonía con la vida íntima de Dios. Los católicos que creemos cumplir con lo que la Iglesia nos “manda” y que creemos tener una práctica de vida cristiana aceptable, podemos tener la tentación de pensar que esto de la conversión no es asunto nuestro, sino algo que atañe a los que están alejados de Dios y de la Iglesia.

Si pensamos así, estamos equivocados. Todos necesitamos de alguna manera volver a Dios. Nadie es tan perfecto en su relación con Dios que no tenga que convertirse más y mejor. La conversión es un camino de toda la vida porque todos tenemos la inclinación a no ser totalmente fieles a Dios. Para vivir este tiempo con intensidad y seriedad la Iglesia nos propone algunas obras que nos ayudarán en este camino de conversión hacia la Pascua: la oración, el ayuno y el desprendimiento de aquello que atesoramos.

Dedicar un rato diario a la lectura de la Palabra de Dios, reservar un espacio diario a la oración personal, asistir a la Eucaristía, ayudar a algún necesitado, hacerle un favor a alguien, reconciliarte con Dios, pedir perdón a alguien, etc. En definitiva, son obras sugeridas por Jesús y que nos ayudarán en nuestro camino de conversión a Dios, pero eso no es suficiente si deseas crecer como persona, es fundamental revisar el entorno que te rodea. Nuestras decisiones, actitudes y comportamientos están influidos en gran medida por las personas y ambientes que frecuentamos. Por lo tanto, si anhelas una conversión y transformación real, se debe comenzar por cambiar aquello que te rodea.

La Palabra de Dios nos enseña que debemos buscar y fomentar ambientes que incentiven la paz, la santidad y la sabiduría. Es un acto de amor propio y obediencia a Dios el alejarnos de todo aquello que nos aleja de Su propósito. Todo lo que nos ofrece el tiempo de Cuaresma, ya sea la oración, el ayuno, y las obras de misericordia corporales o espirituales, nos ayudan a reformarnos, transfórmanos, reconciliarnos, cambiar todo lo que no está funcionando bien en nuestra vida espiritual a fin de prepararnos para salir de la tumba, de la oscuridad para abrazar la resurrección; porque Cuaresma no es solo un acto externo, sino una expresión tangible del amor de Cristo que reside en nuestro corazón.

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