
TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, es una de las devociones marianas más populares en todo el mundo. Su nombre recuerda el monte en el que el profeta Elías consiguió que el pueblo de Israel volviese a dar culto al Dios vivo y en el que, más tarde, algunos, buscando la soledad, se retiraron para hacer vida de ermitaño, dando origen con el correr del tiempo a una orden religiosa de vida contemplativa, que tiene como patrona y protectora a la Madre de Dios: los Carmelitas.
La devoción a la Virgen del Carmen, también conocida como Nuestra Señora del Carmen, es una de las más extendidas en la Iglesia Católica. Se le atribuyen numerosos milagros y favores, y su imagen es vista como un símbolo de esperanza y consuelo, especialmente en situaciones de crisis y adversidad.
La fiesta de la Virgen del Carmen se celebra el 16 de julio, conmemorando la aparición de la Virgen del Carmelo y la entrega del escapulario a San Simón Stock, Superior de la Orden Carmelita, en el año 1251, en ese encuentro la Virgen prometió que quienes llevaran su escapulario, distintivo de la orden, tendrían el privilegio de entrar inmediatamente después de la muerte al Paraíso; un símbolo y signo simple, humilde, pero con un fuerte sentido para todo el pueblo de Dios, que, como decía el Papa Francisco en muchas ocasiones, también a través de la piedad popular manifiesta las grandes verdades de nuestra fe, es así que la Virgen del Carmen es invocada en momentos de crisis y preocupaciones, especialmente por aquellos que enfrentan peligros o dificultades en el mar y en la vida cotidiana.
Se le considera una intercesora pode- rosa, una madre que brinda consuelo, protección y fortaleza en tiempos difíciles. Muchos fieles recurren a ella para pedir ayuda en momentos de enfermedad, duda, soledad, o cuando se enfrentan a tentaciones o desprecios. En América Latina, la devoción a la Virgen del Carmen se difundió ampliamente a lo largo de los siglos y en muchas comunidades, como las nuestras ante la crisis que hoy vive el país, elevamos nuestra oración filial a nuestra Madre Santísima, la Virgen del Carmen, para que pronto el pueblo hondureño se vea rodeado de serenidad, encaminado en la justicia y la paz ante un clima político que solo augura momentos de desconsuelo, tristeza e incertidumbre y no dudamos que frente a la realidad actual nuestra comunidad recibirá los dones de quienes con confianza, solidaridad y esperanza se acercan a los pies de la Madre del Carmelo para pedir paz, consuelo y concordia pues como decía el Papa Francisco “la violencia no es la solución para nuestro mundo fragmentado”.
Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de Ella, un modelo eclesial para la evangelización.