“Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte” Así se refiere el Papa Francisco en Evangelii Guadium al hablar del primer anuncio que se da en el Kerigma, la buena noticia de salvación. El Pontífice recalca que es el primero en un sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras.
Misión
Es imperativo señalar que, este anuncio consiste concretamente en anunciar a Cristo resucitado, que ha vencido la muerte y el pecado. Es por ello que, el Padre Enemecio del Cid, presbítero de San Pedro Sula, señala que, la Iglesia no es una institución más con una misión más; “la Iglesia es portadora del Evangelio y propagadora del mismo, encargada de ser sacramento universal de salvación, de llegar a todas las gentes, depositaria de la Buena Noticia más buena de todas”. Ante esto, el presbítero Ovidio Rodríguez recalca que, la Iglesia deja de ser ella misma cuando no es misionera, es su tarea esencial y no entendamos Iglesia solo los consagrados, los elegidos, “somos un pueblo elegido que vive su identidad de pueblo de Dios en medio de otro pueblo que tiene valores, economía, cultura, tradiciones, ungidos y enviados”. Para ello, recalca que, Dios se vale de nuestra débil condición humana, de nuestra fragilidad para llegar a tantos que viven escenarios de frustración, de desencanto. Es por ello que, se debe reconocer que, El estar al lado de Jesús, hasta la cruz, les hace discípulos, ahora ante la experiencia nueva de la Resurrección se convierten en misioneros, la resurrección lanza al discípulo hacia la acción misionera de la Iglesia, este es un paso necesario que hay que dar, dentro de esta doble dimensión vivencial de la fe, la de ser discípulo y la de ser misionero.
“Tenemos que recuperar el entusiasmo misionero, queremos llegar al católico alejado, con el kerigma, darles seguimiento a las familias, para atraerlas a la fe” Padre Ovidio Rodríguez
1Compromiso
El mandato misionero va precedido, pues, de la afirmación de Jesús que pro-
clama su autoridad soberana y universal; va seguida después por la promesa
de estar siempre y en todas partes con sus enviados.
2 Señorío
La misión apostólica es, consecuencia y manifestación explícita del señorío de Jesús. Dado que Él es consciente de ser Señor del cielo y de la tierra, envía a sus discípulos convirtiéndolos en apóstoles.
3 Realidad
El Resucitado es la fuerza para luchar contra todas las injusticias. Dolorosamente, para muchos, la resurrección tiene poca trascendencia, es una Misa para bendecir el agua y la luz, pero sin referencia a su bautismo y a la vida Jesús.
4. Llamado
La misión de Jesús se desarrolló desde abajo, desde la pobreza. La actitud de Jesús es la de aquel que tiene su confianza en el Padre y no se aferra a lo mundano. La misión nuestra está llamada a realizarse siguiendo este modelo de servicio.
La vida es una misión
Alejandra Zelaya
Teóloga
El anuncio de Cristo resucitado, la buena noticia de salvación, el Kerigma es lo primero que se anuncia como misionero. Es lo que motiva también el ser y quehacer misionero. Sabemos qué, el protagonista de la misión es el Espíritu Santo y Él realmente nos abre, a cada situación personal, a cada uno de los que llevamos la palabra. En nuestra relación personal con Cristo, pues el Señor ha hecho una transformación de vida y eso es llevar el Kerigma y decirles: el Señor nos anuncia que nos ama, que el Padre nos ama, no es un ser castigador, es un ser de amor y que envió a su hijo porque nos amaba tanto, tanto así que entregó a su hijo a la muerte para la salvación de cada uno de nosotros. Entonces es como sentirnos salvados. Creo que, en el encuentro con Jesús, sabemos que nos ha salvado, sabemos de dónde nos ha sacado el Señor, de dónde nos ha salvado. Entonces, esta transformación de vida es la que el misionero lleva, no lleva su vida, lleva esa transformación de ese encuentro personal con Cristo hasta llegar a ser el mejor asistente a la eucaristía parroquial de lunes a viernes, sábado y domingo, el mejor padre de familia, la mejor madre, el mejor hijo, el que está dentro de estas comunidades de jóvenes, el que barre la Iglesia, el que prepara para la Eucaristía. La misión inicia en casa, inicia con uno mismo, estamos en nuestra parroquia, pero también a salir. Creo que uno de los mayores miedos de todos nosotros es esta salida, esta entrega de Jesús, de nuestro tiempo, de nuestra vida, de decirle, Señor, envíame donde tú quieras. En mi experiencia personal era decirle, Señor, No me vaya a mandar a un país donde matan a los cristianos. Me dejó aquí, aquí también matan cristianos. O sea, que yo no es que quería viajar allá donde no me permitieran ni andar con la Biblia, pero el mundo está difícil en todos lados y el Señor sabe dónde nos envía, donde más nos necesita. Y entonces es entregarle esa vida. Creo que el misionero le dice, Señor, envíame donde tú quieras, donde tú más nos necesitas. ¿Y ahí yo iré a dar tu palabra, a llevar tu amor, hacer esta semilla, a sembrar esta semilla, pero también que la gente vea el fruto de lo que se ha hecho en la vida de cada de nosotros?
