En varias ocasiones hemos conocido a sacerdotes o religiosas consagrados a Dios que han salido de su vocación por distintas circunstancias y no se les ha acompañado en su proceso para poder afrontar lo que han vivido.
La llamada de Dios en el mundo para participar de la vocación a la vida religiosa o consagrada siempre ha estado presente. Desde el llamado de Moisés y Aarón en el Antiguo Testamento, los parámetros con los que Dios habla a su pueblo buscan establecer su alianza. Sin embargo, ese orden se mantiene y se renueva en la actualidad con el sacrificio pascual de Cristo.
Crisis
Hoy en día no estamos viviendo una crisis de la llamada a la vocación, sino de la respuesta a Dios. Actualmente, ante todo lo que el mundo ofrece, hay una peculiaridad: las vocaciones no solo son más escasas en algunas regiones del mundo, sino que los sacerdotes ordenados o las religiosas con votos, en su camino de consagración, se sienten amenazados por varios factores, tales como: la mundanización de una espiritualidad mal vivida o laxa, la falta de compromiso, la dificultad para identificarse con la espiritualidad que se ha escogido o la falta de preparación antes de llegar al orden sagrado.
El Padre Alberto Enamorado, Párroco de la comunidad Divina Providencia, propuso que “Nosotros podemos ser los agentes eclesiales que velen por las vocaciones y no solo corresponde al obispo, sino a todos los que estamos llamados a ser parte del cuerpo de la Iglesia”. Por otra parte, también agregó que “si queremos sacerdotes o religiosas, tanto en cantidad como en calidad, somos el pueblo de Dios llamado a orar por cada uno de ellos. Las familias deben ser generosas para que las vocaciones surjan dentro de ellas”.
1 Proceso
personalizado Cada vocación es única; el trato y el acompañamiento deben ser igualmente únicos en la parte espiritual y humana. Además, se debe procurar un equilibrio psicológico y espiritual.
2 Orar
por las vocaciones La santificación del clero es fundamental, y la oración es el eje transversal para que todo funcione. Cuando estamos débiles en la Iglesia y en la oración, es importante hacerlo con fervor para reivindicar los vaivenes de la vida.
3 Ser
cercanos Practicar la fraternidad con los hermanos ayuda. Desde dentro de la vocación que se les ha dado, se debe generar un acercamiento, tal como en las primeras comunidades cristianas, para llevar el verdadero amor de Dios.