Queridos jóvenes en el mundo actual, muchas voces nos invitan a seguir caminos diversos, cada uno con su propia idea de lo que es “verdad”. Pero, ¿te has preguntado alguna vez qué significa realmente la verdad? ¿Cómo podemos estar seguros de que lo que vivimos y pensamos no es solo una parte incompleta de la realidad?
La verdad no es algo que cambie según nuestras opiniones o deseos. Como nos recuerda San Juan Pablo II en la encíclica “Veritatis Splendor”, la verdad es objetiva y existe más allá de nuestros sentimientos y percepciones. Las decisiones que tomamos deben estar basadas en esa verdad, que no solo ilumina nuestro camino, sino que también nos libera y nos lleva a una vida plena (cf. Veritatis Splendor, 84). Es como seguir un mapa confiable: desviarnos por el “camino que parece más fácil” puede llevarnos a perdernos. La verdad, aunque a veces sea más difícil de seguir, siempre nos conduce a la paz interior y a la felicidad.
Algunos pueden decirnos que lo único que importa es lo que cada uno siente o piensa, que “cada persona tiene su propia verdad”. Sin embargo, la verdad no es algo que podamos inventar a nuestro gusto. La encíclica “Fides et Ratio” nos enseña que la verdad es alcanzable por la razón y que no debemos elegir entre fe y pensamiento crítico; ambos, fe y razón, son compañeros en nuestra búsqueda de la verdad (cf. Fides et Ratio, 43). No tengamos miedo de hacer preguntas, de explorar con valentía, de indagar más allá de lo superficial. La fe no es un salto ciego en la oscuridad, sino una luz que ilumina el mundo y nos muestra quiénes somos en realidad.
Es cierto que vivimos rodeados de ideologías y opiniones que pretenden definir lo que está bien y lo que está mal. No obstante, no debemos dejarnos llevar por esas voces que, aunque a veces sean atractivas, solo nos presentan una visión parcial de la realidad. “Dei Verbum”, el documento del Concilio Vaticano II sobre la Revelación divina, nos recuerda que Dios ha revelado su verdad de manera completa y segura a través de la Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. Esta Revelación es la brújula que nos guía en medio de la confusión del mundo moderno (cf. Dei Verbum, 2-10).
¿Qué podemos hacer entonces? Primero, preguntémonos: ¿Estoy buscando la verdad, o solo lo que me resulta conveniente o popular? Se necesita valor para ser auténtico, para no dejarnos arrastrar por lo que está de moda o por lo que todos dicen. La verdad no siempre es lo más fácil, pero siempre vale la pena. Al buscarla, no solo encontraremos respuestas, sino también descubriremos quiénes somos realmente, según el plan de Dios.
En esta búsqueda, la Iglesia no está aquí para imponer reglas o controlar, sino para guiarnos hacia una vida más plena y con sentido. No tengamos miedo de nadar contra la corriente, de cuestionar lo que parece evidente, de buscar la verdad más allá de las apariencias. La verdad no es una carga, es un regalo que nos libera.
Recuerda siempre que la verdad no es solo una idea abstracta; es una Persona. Jesús nos dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14,6). Encontrarnos con Él cambia nuestra vida, porque descubrimos que lo que el mundo nos ofrece nunca es suficiente para llenar nuestro corazón. Solo en la verdad que es Cristo podemos encontrar lo que nuestro ser verdaderamente busca.
Referencias:
- Veritatis Splendor, San Juan Pablo II, 1993, numeral 84.
- Fides et Ratio, San Juan Pablo II, 1998, numeral 43.
- Dei Verbum, Concilio Vaticano II, 1965, numerales 2-10.