En su momento hemos escuchado hablar de Santa Edith Stein, copatrona de Europa desde 1998, a quien la Iglesia celebra su solemnidad el 9 de agosto.
Su conversión al cristianismo surge tras el encuentro con la Fenomenología del filósofo Husserl, de quien se convierte en su asistente en la Universidad de Friburgo, donde profundizó el tema de la empatía y el encuentro con el filósofo Max Scheler, así como la lectura de los ejercicios de san Ignacio y la vida de Santa Teresa de Ávila. Conozcamos más acerca de esta ejemplar santa.
¿Quién fue Santa Edith?
Esta extraordinaria mujer llevó su búsqueda de la verdad hasta las últimas consecuencias creyendo que detrás de ella se hallaba Dios. Nació en Breslau, Polonia (entonces Alemania), el 12 de octubre de 1891. Su madre, de profunda fe judía, acogió gozosa a la undécima de sus hijos que vino al mundo justamente el día de la Expiación.
Este signo premonitorio marcaría la vida de Edith que se vinculó a la Pasión redentora de Cristo. Su camino estuvo plagado de renuncias y sufrimientos de distinta índole, comenzando por la pérdida de su padre cuando apenas tenía 2 años. Era de temperamento nervioso e irascible, pero tras él se escondía una privilegiada inteligencia que le llevaba a reflexionar con inusual madurez a la edad de 7 años. Sin embargo, al llegar a la adolescencia, en una crisis aguda propia de la edad dejó aparcados sus estudios y las prácticas piadosas que su madre le había inculcado. Pasó gran parte de 1906 en Hamburgo junto a su hermana Else y al año siguiente, reconciliada consigo misma y con la vida en general, retornó a las aulas.
Una vida de convicción en su fe
Deseosa de conquistar la verdad a través del conocimiento y el estudio, se enamora de la verdad de Cristo, por medio de los textos de Tomás y Agustín. Recibe el Bautismo y la Confirmación en el 1922, contra la voluntad de sus padres, jamás negará sus orígenes judíos: en los años de las persecuciones, se convirtió en profesora y hermana carmelita en el 1934, en Colonia y toma el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz, abraza el sufrimiento de su pueblo, introduciéndose en el sacrificio de Cristo. Tras la “Noche de los cristales” es trasladada a Holanda, país neutral: en el Carmelo holandés de Echt escribe el deseo de ofrecerse “en sacrificio de expiación para alcanzar la verdadera paz y abatir el reino del anticristo”.
Modelo de sacrificio
El pensamiento y la fe de Edith Stein se aprecian en sus obras, particularmente en “Ser finito y ser eterno”, síntesis de filosofía y mística desde la cual emerge el sentido del hombre, su singularidad y unicidad, en la relación con el Creador. “Una eminente hija de Israel y fiel hija de la Iglesia” así la definió san Juan Pablo II al canonizarla en 1998. “Declarar a santa Edith Stein, copatrona de Europa – dijo – significa poner en el horizonte del Viejo Continente una pancarta de respeto, tolerancia y acogida”, pero es necesario dar importancia a los valores auténticos, que tienen su fundamento en la ley moral universal: Una Europa que intercambiara el valor de tolerancia y respeto con indiferencia ética sobre los valores indispensables se abriría a las aventuras más arriesgadas y tarde o temprano reaparecería en nuevas formas los espectros más temibles de su historia