Desde hace varios años, en nuestro país, se ha instituido en esta semana de feriado nacional en la cual se juntan, supuestamente, las 3 celebraciones del calendario patrio de este mes de octubre. Simpáticamente le han llamado Semana Morazánica por aquello de que el general don José Francisco Morazán Quezada nació en una fecha cercana, que a ratos se les olvida, a la fiesta de San Francisco de Asís.
Está claro que es sumamente importante, tener algunos días de descanso para disfrutar de la vida familiar y, además, porque humanamente todos necesitamos tomarnos un tiempo de esparcimiento y para relajarnos. Sin embargo, mi pregunta siempre ha sido si realmente el General Morazán estaría de acuerdo con que hubiese tantos días al año de feriados. Más aún si a esto se le suma que en la Capital de la República la celebración se prolonga algunos días antes por aquello de la celebración del día de la ciudad. Que, por cierto, una vez más, coincide con otra fiesta de carácter religioso: la solemnidad de san Miguel arcángel. En todo caso, desde hace varios días me ronda por la cabeza una carta que el propio general escribió en julio de 1842, es decir días antes de su fusilamiento, dirigida a todos los centroamericanos y que creo que es increíblemente desconocida pero muy actual. Se refería a los que habían hecho del manejo del poder un verdadero desastre.
Cito: “invocando estos el santo nombre de la libertad para profanarlo, se han apoderado de los destinos que deshonran y de la dirección de la república, que han hecho desaparecer. Sentados hoy, sobre las ruinas de desventurada patria, amenazan aún con ellas a los que pretenden restablecer sus derechos y dignidad social. Al paso que se niegan a admitir las proposiciones que se les hacen para salvarla, insisten y se obstinan en llevar adelante los medios que tan eficazmente han empleado en destruirla. Su propia nulidad los irrita y exaspera, y el odio y la venganza los arrastra a perecer con ella, antes que unirse con sus verdaderos defensores”. Enarbolar la bandera de la libertad para justificar actos dictatoriales, tiránicos, es lo propio de aquellos que enfermos de poder, incapaces de escuchar consejo y que como dice el General Morazán “hacen desaparecer” la República.
Es doloroso ver, por todas partes, como se ha buscado anular el principio de independencia de los Poderes del Estado. Esto no fortalece al que gobierna, lo debilita, lo hace esclavo de sus caprichos y de sus pasiones. Quizás lo más lamentable que vemos en nuestro patio son esas actitudes intransigentes de parte de los que nos quieren gobernar. Critican lo que se hizo en el pasado, o en el presente, pero se siguen los mismos patrones. Aunque Morazán no era un santo, tampoco era un tonto. La gente de su pueblo, tampoco lo es.