Opinión | ¿Caminar ecuménico?

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La caminata de oración a favor de Honduras y sus ciudadanos, de sus aspiraciones y los medios para alcanzarlas, de este 16 de agosto, fue una iniciativa conjunta de la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica y de la Confraternidad Evangélica de Honduras, que agrupa a una buena parte de las iglesias evangélicas. Aceptaron participar también otras iglesias invitadas y numerosos fieles de otras más, que consideraron muy oportuna la iniciativa de orar todos juntos, como cristianos, a favor del pueblo hondureño.

El que una muchedumbre de cristianos, de distintas denominaciones, se reúnan en oración, permite calificar la caminata como ecuménica. Propicio es preguntarse si este es también el inicio de un caminar ecuménico, dado que no estamos acostumbrados a iniciativas de esta naturaleza, pese a algunas actividades conjuntas en el pasado, pocas en número, sin continuidad, y que muy pocos pudieron advertir. Por lo general, hemos convivido combinando actitudes de indiferencia con cierta dosis de desconfianza mutua, sin excluir la descalificación y alguna tendencia a la polémica verbal, de parte de algunos que se sienten poseedores de verdades incuestionables. 

Aunque el ecumenismo no parece ser moneda de curso legal entre nosotros, sabemos, por una parte, que el Concilio Vaticano II, definió claramente que el movimiento ecuménico es una actividad obligatoria para los católicos, pues representa la voluntad de Cristo. Más tarde (1995) el Papa San Juan Pablo II publicó “Ut Unum Sint”, una encíclica dedicada a este tema. Por su parte, un buen número de iglesias, la mayoría de ellas originadas en la Reforma del siglo XVI, constituyeron el Consejo Mundial de las Iglesias, de amplia representación, que trabaja por la unidad de los cristianos.

El Concilio Vaticano II definió con claridad que «por “movimiento ecuménico” se entiende el conjunto de actividades y de empresas que, conforme a las distintas necesidades de la Iglesia y a las circunstancias de los tiempos, se suscitan y se ordenan a favorecer la unidad de los cristianos» (UR, 4). Entre tales actividades y comportamientos cita, en primere lugar, «los intentos de eliminar palabras, juicios y actos que no sean conformes, según justicia y verdad, a la condición de los hermanos separados, y que, por tanto, pueden hacer más difíciles las relaciones en ellos» (UR, Ibidem). En segundo lugar, habla del diálogo entre expertos de las iglesias participantes para dar a conocer, sin interpretaciones extrañas, sus creencias y prácticas. Y, en tercer lugar, «las diversas comuniones consiguen una más amplia colaboración en todas las obligaciones exigidas por toda conciencia cristiana en orden al bien común y, en cuanto es posible, participan en la oración unánime»(UR, Ibidem).

Sólo el tiempo dirá si esta caminata ecuménica será el comienzo de un caminar ecuménico de carácter, si no continuo, al menos periódico. A nuestro pueblo, mayoritariamente cristiano, le viene bien el que sus pastores le animen a orar juntos, para que los valores del Evangelio rijan nuestras acciones ciudadanas. Como explicábamos en otra ocasión,  el cristianismo celebra su fe dentro de los templos, pero vive coherentemente en los órdenes personal, familiar, laboral y ciudadano, fuera de los templos.

Este debe ser el inicio del hábito de hacer oraciones por la Patria, sus ciudadanos, sus gobernantes y futuros gobernantes. Digámosle una vez: «Señor Jesucristo, Dios de la historia, te necesitamos». 

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