Caminata

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Está claro que, de aquí al 16 de agosto, muchas cosas pueden pasar. Algunos que, lamentablemente, están profundamente asustados porque piensan que una actividad en conjunto como la propuesta por parte de la Confraternidad Evangélica de Honduras y la Conferencia Episcopal es un ataque contra ellos, cuando no lo es. Algunos incluso han pretendido darnos cátedra en materia de Teoría del Estado, de Filosofía Política, y sobretodo, de ética.

Se han atrevido, incluso, a señalar que esta caminata propuesta tiene fines oscuros, y que su planteamiento es en contra del partido del gobierno, o contra su candidata. Nada más lejos de la realidad. Partamos del hecho que, todo ciudadano y toda institución, conglomerado o grupo legítimamente establecido en el marco legal de una sociedad, todas sus acciones, efectivamente son políticas, entendido bajo el presupuesto de qué, si yo vivo en una “polis”, es decir, en una ciudad, debo contribuir al bien de ella. Lógicamente, evitando todo aquello que le sea dañino a la sociedad. Desde esa perspectiva, evidentemente que esta sería entonces una caminata política, porque estará formada por ciudadanos que habitan en nuestra ciudades, pueblos, aldeas y caseríos que lo único que quieren es demostrarle a propios y extraños, que creemos que nuestro país puede ser diferente. Permítanme decirlo, de otra manera: nuestro país debe ser diferente.

Nadie, en su sano juicio en nuestra sociedad, puede estar conforme con la situación a la que nos han empujado los dueños de los partidos políticos, porque, seamos honestos, la militancia de estos partidos, muchas veces sólo siguen directrices, que son dictadas por lo de arriba, pero la inmensa mayoría de ellos no necesariamente congenian con estas actitudes.

Es por eso que, la nuestra, efectivamente es una caminata política, pero no político partidista. Es decir, no está en contra de absolutamente nadie, sino que se realizará, si de aquí a aquella fecha no se inventan alguna situación para impedir la concentración de personas, por las vísperas se conoce la fiesta, decía mi abuela, en favor, de una sociedad que está hastiada de ver cómo se despedazan los que luego terminan sentados en la misma mesa, y a los cuales lo único que les importa es velar por sus mezquinos intereses.

La nuestra, es una sociedad que necesita esperanza, que necesita ver hacia adelante. Si seguimos cargando de odio nuestros ambientes, nuestras familias, la factura que la historia nos pasará será altísima.

De hecho, como lo decía Monseñor Nácher, caminar es una actividad que incide y no hacerlo, también lo sería. Así que es preferible que nos acusen de que nos equivocamos porque hicimos algo, a que nos evitemos críticas, porque nunca hicimos nada.

Además, el cuento aquel de que nunca dijimos nada ni en el Golpe de Estado ni en la reelección ilegal, es la falacia más grande que hay. La Iglesia ha mantenido su actitud de estar en contra de lo que no es ni legal ni correcto, y lo seguirá haciendo.

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