
Concluido ya el mes de junio, el mes del Sagrado Corazón de Jesús, no me resta, si no hacer una evaluación de lo que ha significado de manera tan particular y bella, la celebración de los 350 años del inicio de las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque. Este tiempo jubilar ha sido particularmente especial porque nos ha dado el tiempo de consagrarnos, una y otra vez, al Corazón que tanto nos ha amado y “que hoy sigue abierto más que nunca”.
Lo primero que debo hacer, es agradecerle profunda mente al Señor que ha regalado a su iglesia, esta devoción tan particular, que nos acerca por la vía de los afectos, de la voluntad, a la persona del Redentor. En segundo lugar, debo darle las gracias a mis abuelas, que fueron las que inculcaron de alguna manera la devoción en mi familia al Sagrado Corazón de Jesús. Mi abuela materna, doña Dolores de Jesús, en su sencillez encontró una manera de quedarse entre nosotros, regalándole a mi madre, un cuadrito del Sagrado Corazón, que desde que tengo uso de razón se encontraba al nomás abrir la puerta de la casa.
Con el paso de los años hemos tenido que sustituirlo por uno más reciente, pero en el mismo espíritu que el original. En el caso de mi abuela paterna, me sorprendió siempre que, para el final de su novenario, yo ya era Sacerdote, me pidieron que buscara una oración al Sagrado Corazón de Jesús, porque era para ella, la imagen que le hablaba de Dios. Conservo conmigo alguna de esas estampas en mi Liturgia de las Horas.
Estoy convencido que, como dice el apóstol San Pablo, todo contribuye para el bien de aquellos que ama el Señor. En mi caso, muy particular, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, y el hecho de que haya crecido en mi fe en la parroquia que lleva ese nombre, y más aún que Dios me haya permitido ser párroco de esa parroquia son para mí, gracias que nunca podré pagar. No es un asunto sentimental, sino una gracia particular, por eso, reitero aquí en esta columna, el firme, propósito que me hecho de propagar esta devoción, junto con la devoción al Inmaculado Corazón de María, que en el fondo es decir lo mismo, porque no se puede entender un corazón sin el otro, así que cerrando, por los momentos, la reflexión que he hecho en las últimas semanas en torno a esta devoción, quisiera con todo el alma invitarles a leer, a estudiar y orar con la encíclica del Papa Francisco: Dilexit nos. Su lectura pausada nos ayudará a todos a sumergirnos en el misterio del Amor de Dios que nos envuelve siempre en su ternura y misericordia.