Cada 13 de junio, la Iglesia celebra a San Antonio de Padua, uno de los santos más populares de la tradición católica. Conocido por su poderosa intercesión, especialmente cuando se trata de encontrar objetos perdidos, es también patrono de los pobres, mujeres estériles, panaderos, viajeros y quienes buscan el amor verdadero.
Inspiración
Su legado va más allá de los favores obtenidos. San Antonio fue un hombre profundamente enamorado de Jesús, cuya vida ejemplar sigue siendo fuente de inspiración para los fieles de todo el mundo.
Cercanía
San Antonio fue mucho más que un santo milagroso. Fue un predicador apasionado, un escritor profundo y, sobre todo, un amigo del pueblo. Su cercanía con las personas, su sencillez y su espíritu fraterno lo convirtieron en un referente espiritual para ricos y pobres, sabios y sencillos. Su palabra tocaba corazones y su vida hablaba con elocuencia. El padre Francisco Abrego, presbítero de la Diócesis de Trujillo, reflexiona, que, “San Antonio no es famoso por lo que logró como si fuera un influencer, sino por la unión profunda que tuvo con Cristo, lo que le dio tanta fuerza espiritual”.
Tradición
Carmen Mejía, una fiel devota de San Antonio de Padua, cuenta que su amor por este santo viene de generaciones. “Mis abuelos y mis padres me transmitieron esta devoción. Él eligió la po- breza por amor a Cristo, y eso me inspira a seguir a Jesús con el corazón libre”, relata. Para ella, la clave está en en- tender que San Antonio es un intercesor fiel, que escucha y acompaña a los fieles en sus momentos de dificultad. El padre Abrego señala que, “no basta con tener devoción, hay que tener amor. Amor que confía plenamente en que Jesús responderá”.
Espiritualidad
Hablar de San Antonio es hablar de una vida entregada. Su servicio a los pobres, su humildad, su amor por la predicación y su pasión por Jesús lo hacen un verdadero testimonio del Evangelio. Fue un hombre coherente, cercano, amante de la verdad y profundamente espiritual.
Llamado
Su fuerza no está solamente en lo milagroso, sino en su vida transformada por Cristo. Celebrarlo es recordar que también nosotros estamos llamados a vivir con esa fe profunda que mueve montañas.