
TEGUCIGALPA, HONDURAS.- En estos días que vivimos, hay que tener presente que la muerte del Papa Francisco no solo es una noticia de trascendencia internacional, ni un cambio de liderazgo institucional, para nuestra Iglesia, es un momento sagrado, es un tiempo de oración, de agradecimiento y sobre todo de fe. Las redes sociales, la televisión, la radio nos inundan con listas de posibles cardenales aptos para ser Papa, basados en supuestas habladurías y murmuraciones de cardenales, con observaciones o análisis que oscilan entre lo políticamente correcto, lo ideológico y lo espiritualmente irrelevante, como en una partida de ajedrez vaticano, como si todo esto fuera un plan de poder terrenal y el Espíritu Santo no pintara nada y sin embargo, pinta y más de lo que nuestra limitada mente puede suponer.
La Iglesia con heridas, con pecados, con cicatrices, aunque algunos aún no lo entiendan, no se explica con categorías o jerarquías terrenales porque es, sencillamente, el Cuerpo de Cristo; una realidad sobrenatural que si bien es cierto vive inmersa en la historia del mundo, no depende de ella.
La Iglesia permanece, como la Virgen María al pie de la Cruz, fiel y confiada, porque es Dios que la sostiene, sin embargo, es importante poner un alto a las especulaciones sobre ideologías y mapas de poder: “progresistas” o “conservadores”, como si se tratara de un Congreso eclesiástico porque la elección de un Papa no es un juego de estrategia; lo eligen hombres con heridas, con pasiones, con ideas; pero también hombres que se recogen en oración, que invocan al Espíritu Santo, que saben, o deberían de saber, que lo que van a hacer es una elección, pero también es un misterio inspirado por el Espíritu Santo.
El nuevo Papa definitivamente no necesita ser ni brillante, ni simpático, ni moderno, ni popular, ni del gusto de tal o cual corriente, porque nuestra Iglesia no necesita un administrador; lo que necesita es “un pastor que huela a oveja”, como decía Francisco, pero también que sepa guiar al rebaño cuando vengan los lobos, no escape y que crea, rece, adore y que tenga claro que la Iglesia no es suya y no le pertenece. Que la ha recibido, como un tesoro en vasijas de barro, y que su única tarea es custodiarla. Quizá no será un ser humano perfecto, la verdad ninguno lo ha sido, comenzando con Pedro que tampoco lo fue.
Pero si se deja guiar por el Espíritu Santo, si guarda la fe, será un buen pastor y ojalá sea santo. Y no olvidar que hay un modo católico, es decir, verdadero de vivir estos días: Ir a misa, rezar un rosario, adorar al Santísimo, ofrecer un ayuno y pedir con humildad, como hijos:” Señor, danos un Papa según tu corazón”. No sabemos quién será y la verdad no hace falta que sepamos, pero lo que sí sabemos es que el Papa que venga tendrá una cruz sobre sus hombros y necesitara nuestra oración decidida y nuestra fidelidad silenciosa y cuando salga el humo blanco, arrodíllate, da gracias y sigue rezando para que el Espíritu Santo se encargue del resto.