¡Oh María, consuelo de cuantos te invocan!
Escucha benignamente la confiada oración que, en mi necesidad, elevo al trono de tu misericordia.
¿A quién podré recurrir mejor que a ti, Virgen bendita, que solo respiras dignidad y clemencia, y que, como dueña de todos los bienes de Dios, solo piensas en difundirlos en torno a nosotros?
Sé, pues, mi amparo y mi esperanza en esta ocasión; y ya que devotamente pende de mi cuello la Medalla Milagrosa, prenda inestimable de tu amor, concédeme, Madre Inmaculada, la gracia que con tanta insistencia te pido.