Culminamos el año litúrgico con la Solemnidad de Cristo Rey, es decir, poniendo nuestra mirada en la victoria final y plena de Jesucristo. En el Evangelio de Juan, Pilato pregunta: “entonces, ¿eres rey?” Respondiendo Jesús: “tú lo has dicho, soy rey”. ¿Y en qué consiste tu reinado? podría- mos preguntarle nosotros, respondiéndonos el mismo Jesús: “Mi misión consiste en dar testimonio de la verdad. Precisamente para eso nací y para eso vine al mundo. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz”. Jesús se presenta a sí mismo, en varias ocasiones, como testigo y servidor de la verdad. Verdad que él anuncia y que él mismo personifica. Lo cual es ya respuesta a muchas incertidumbres. Las personas necesitan tener referencias auténticas y estables. En este sentido, nada es más cierto y permanente que el amor de Dios.
La verdad con la que podemos contar siempre es que Dios nos ama incondicionalmente. “Aunque lo neguemos, él permanece fiel”. Jesucristo se presenta testigo de la verdad, porque toda su vida ha sido fiel a Dios. Los cristianos pedimos a Dios que nos haga testigos de su verdad a través de una vida coherente con nuestra fe. La verdad resplandece, para ser vista -conocida-, y para hacer nos ver con su luz. Pero “qué es la verdad”, siguen preguntando muchos. La verdad no solamente es una cualidad de las palabras, por las que éstas coinciden con la realidad. Más allá, para nosotros, la Verdad, con mayúscula, existe, y tiene un rostro, el de Jesucristo.
Entendemos así que la verdad va unida a la belleza y ambas son inseparables de la bondad. Para mucha gente de nuestro tiempo, lo verdadero o falso es una opción personal y variable. En cambio, para nosotros, como hemos dicho, la verdad nos precede, acompaña y motiva. Lo verdadero permanece más allá de las apariencias. Pero la verdad no está de moda. Es un valor menor y relativizado. Hoy parece que cada uno tiene “su verdad”.
Aun respetando otras opiniones, pero nosotros afirmamos que hay cosas fundamentales que no dependen de un sentimiento colectivo o particular, sino de una realidad superior, que nos ha sido revelada en Jesucristo. Así como su reino no es de este mundo, pero sí puede salvar el mundo, algo parecido podemos decir de la verdad, que es superior al mundo, pero al mismo tiempo es reconocible y necesaria en el mundo.
Dicen que estamos en la época de la post verdad, es decir, donde la verdad ya no importa, sino lo que cuenta es lo más se repite en las redes sociales. Aun así, “la Verdad con rostro”, nunca dejará de ser clave para la humanidad. Nada es igual sin Jesucristo, testigo de la verdad. Su ausencia nos dejaría en manos del engaño y la confusión, esclavos de falsos discursos. Celebrar este último domingo la fiesta de Cristo Rey, es una manera de decir, que el camino de la fe tiene una meta concreta y verdadera, la presencia gloriosa de Jesucristo. Por ello, aclamamos a Cristo Eucaristía diciendo: “anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús”.