El santo padre Francisco nos ha mostrado, una vez más, su profunda devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Desde hacia varios meses había anunciado que estaba preparando, nada menos, una nueva Encíclica y que su intención era en ella desarrollar lo que en su corazón encontraba, en sintonía con el Corazón Sagrado de nuestro Señor.
Así que comprenderán que este servidor, estaba a la expectativa de la publicación. Al nomás caer en mis manos pude comenzar a disfrutar de la profundidad y sencillez con la que el Papa ha querido que nosotros entendamos la profundidad del Amor de Dios, de ahí su título: “nos ha amado”, en castellano.
“Su corazón abierto nos precede y nos espera sin condiciones, sin exigir un requisito previo para poder amarnos y proponernos su amistad” (DN 1) nos ha dicho al comenzar la misma introducción. Para mí, eso ya marca la razón misma del documento. Hablarnos de eso Corazón que “hoy más que nunca permanece abierto” porque no ha dejado de amarnos, sino que su amor se sigue desbordando y nos sigue esperando “sin condiciones, sin exigir un requisito previo”.
Advierto que, sobre este tema, si Dios lo permite, me voy a dedicar un buen rato porque no creo que sea circunstancial, sino providencial, que la parroquia donde crecí y de la que ahora soy párroco, sea la del Sagrado Corazón de Jesús. Así que pretendo iniciar, con esta columna de hoy, una serie de escritos comentando y profundizando lo que el santo Padre ha tenido a bien regalarnos.
Desde el inicio el Papa pretende recordarnos la importancia que, en la filosofía, la narrativa y la biblia, ha tenido el término corazón. Bello es darnos cuenta de que, si hablamos del corazón, hablamos de todo, de toda la persona. Así lo intuye el Papa: “en el corazón se juega todo, allí no cuenta lo que uno muestra por fuera y los ocultamientos, allí somos nosotros mismos”. (DN 6).
Golpea lo que el Papa nos dice cuando en el párrafo 9 termina haciendo el balance de este mundo “líquido” en el que “falta corazón”. Es eso, si lo analizamos un poco, la nuestra es una sociedad descorazonada. Somos una sociedad fracturada y fracturadora. Esa palabra no existe en el castellano, pero el Papa siempre inspira a hacer lo que él hace, buscarse palabras para explicar el asunto.
Somos una sociedad que hace tiempos perdió el norte y como no sabe sino vivir de superficialidades, va experimentando constantes vacíos y distorsiones. Una sociedad que se niega a sostenerse sobre relaciones profundas, maduras y propositivas, termina anulando lo más esencial del respeto y valoración de unos y otros. De ahí nace el afán desordenado de la búsqueda del poder y el tener. De ahí nace la corrupción y la impunidad. De ahí nace, la ideología que anula y la justificación de todo lo que está malo, por amor al partido político y no a la conciencia libre.