Cada primero de noviembre, el calendario litúrgico marca la solemnidad de todos los santos. Ante esto, surgen preguntas: ¿Qué quiere decir ser santos? ¿Quién está llamado a ser santo? A menudo se piensa todavía que la santidad es una meta reservada a unos pocos elegidos. El apóstol San Pablo en la carta a los efesios habla del gran designio de Dios y afirma: “Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante Él por el amor” (Ef 1,4). El Concilio Vaticano II, en la constitución sobre la Iglesia, habla con claridad de la llamada universal a la santidad, afirmando que nadie está excluido de ella, “En los diversos géneros de vida y ocupación, todos cultivan la misma santidad. En efecto, todos, por la acción del Espíritu de Dios, siguen a Cristo pobre, humilde y con la cruz a cuestas para merecer tener parte en su gloria” (Lumen Gentium 41).

Cotidiano

La exhortación apostólica Gaudete et Exultate en su numeral 14 nos interpela al cuestionar “¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales”.

“La santidad, no consiste en realizar empresas extraordinarias, sino en unirse a Cristo, en vivir sus misterios, en hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus comportamientos”
Benedicto XVI

Camino

El Padre Alejandro Ruiz, párroco de la Catedral Inmaculada Concepción de Juticalpa indica que, la santidad es un proceso donde alcanzaremos la perfección al estar con Dios. Pero, “¿podemos ser santos aquí en la tierra? Hay muchas personas de nuestras familias, de la Iglesia que viven ya una vida santa, en la vivencia de los sacramentos, en el amor a Dios y al prójimo. La santidad también se construye ejerciendo la caridad con los más débiles y enfermos, con las obras de misericordia materiales y espirituales” afirmó. De igual manera, considera que, “La santidad se construye también con una vida de oración profunda, personal y comunitaria, con la formación de la conciencia y la práctica del sacramento de la confesión”.

1 Mandamientos

La santidad consiste en vivir los mandamientos. El santo no es un ángel, es hombre en carne y hueso que sabe levantarse y volver a caminar y no se olvida del llanto de su hermano.

2 Confusión

El Día de Todos los Santos no debe ser confundido con el Día de los fieles difuntos, ya que, en ese día se recuerda a todos aquellos que han fallecido y que se encuentran en el purgatorio.

3 Bienaventuranzas

Las bienaventuranzas son el camino que presenta el Evangelio para fortalecer la vida cristiana y vivir lo que San Pablo llama, ser hombres y mujeres nuevos, dejando el pecado atrás.

La santidad nace en el Bautismo
Padre Carlos Rubio
Promotor vocacional
El germen de la santidad está en el Bautismo, todos los bautizados estamos llamados a la santidad, porque ya hemos recibido la gracia que nos santifica, que es Dios mismo, su amor, su actuar en nosotros y desde que somos hijos por el Bautismo, estamos llamados a configurarnos con el Padre. Esa es la invitación de Jesús. Sean perfectos como mi Padre celestial, es perfecto y somos hijos de Dios por el bautismo. Desde ahí comienza un camino de santidad y es en la cotidianidad también, porque los santos no fue que hicieron cosas extraordinarias, sino que hicieron de lo ordinario extraordinariamente que, con un amor, infinito a Dios, con un amor total de una entrega y todo lo demás. Y en las pequeñas cosas, como dicen Santa Teresita, nos santificamos porque se hacen cuando las cosas se hacen con amor, resultan extraordinariamente desde lo ordinario y lo extraordinario. Y lo extraordinario está en el amor en que hacemos, que vivimos, con que nos relacionamos. Entonces el Concilio Vaticano II nos dice que todos estamos llamados a la santidad. Sean hombre o mujer, y la edad no importa, porque para Dios todos somos sus hijos y él quiere la perfección. Entonces, todo es obedecer la Palabra y aprovechar todas las gracias que nos santifican y un anhelo profundo de configurarnos con Cristo, amándole y siguiéndole fielmente.
Creo que para buscar la santidad es esencial el testimonio de vida, la manera de vivir y relacionarnos con Dios, una vida de oración, una vida de participación en la comunidad eclesial, porque la Iglesia es fuente y canal de santificación. Solo Dios, es el que nos lleva a la perfección. Él es la perfección y él nos comunica a través de su gracia, a través de los sacramentos y de todos los medios que tiene para santificarnos.
 

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