Homilía para el Jubileo de la Vida Consagrada 2025

Domingo de la Presentación del Señor "Buscó, abrazó, bendijo"

0
11

Queridas hermanas, queridos hermanos en la Vida Consagrada. Convocados hoy en Comayagua para celebrar juntos, en la fiesta de la Presentación del Señor, el jubileo de la Vida Consagrada. Estamos aquí, juntos, para fortalecer cada uno de nuestros carismas y en definitiva renovar nuestra vocación de especial consagración a Dios.

En este sentido María y José son cooperadores en la vocación de Jesús. Ellos le acompañan en su infancia y juventud, mientras crece en sabiduría y prudencia, para que su hijo puede conocer la voluntad de Dios en él, y en santa libertad, hacerla madurar. El modelo de toda vocación es Jesús. María y José son así creyentes creíbles, esposos fieles consecuentes con su fe. Creyentes creíbles.

Otra gran figura de este pasaje es el anciano Simeón, quién aguardó por tiempo ver al Mesías, esperando en la promesa de Dios. Simeón, profeta esperanzado. De él escuchamos que movido por el Espíritu: fue al Templo, tomó en brazos a Jesús, bendijo a Dios. Buscó, abrazó y bendijo. También nosotros, pongamos siempre nuestra esperanza en Dios, el único que no defrauda. Vayamos al templo a buscar a Jesús. Y al encontrarlo abracemos su voluntad en nosotros, optemos definitivamente por Jesús, de manera radical. Porque al que es todo, no se le puede querer en parte.

Y habiendo confiado nuestra vida totalmente en Dios, y solo en Él, sea nuestra vida una bendición a Dios y al mismo tiempo seamos una bendición para el mundo y la Iglesia. Las religiosas y los religiosos, una bendición para la Iglesia. Como Simeón, no nos cansemos de buscar, abrazar y bendecir a Dios.

Y por último Ana, profetisa de la fidelidad. Su ancianidad disminuyó su actividad, no su fe. Ella es ejemplo de perseverancia en la oración, el sacrificio y el servicio. Esa es la profecía que el mundo necesita: la de una iglesia orante, intercesora; una iglesia dispuesta a morir para dar vida, abnegación; una Iglesia que no busca ser servida sino servir. Ana profetisa de la fidelidad en la oración, el sacrifico y el servicio.

A partir de María y José, de Simeón y de Ana, retomemos el lema para este año de la Confereh, “peregrinos, sembradores de esperanza”. Tiene una gran belleza, porque nos presenta como hombres y mujeres que habitan los caminos de la humanidad. En medio de las gentes somos parte de ellos y al mismo tiempo, somos para ellos motivo cierto de esperanza.

En nuestra condición de lejanos y cercanos, “lejanos de las ambiciones -también las eclesiales- y cercanos de los más pobres” llevamos semillas de esperanza.

En el año Jubilar, han querido ustedes tener este gran encuentro nacional en un lugar céntrico. Expresan, con su presencia, un gran amor a la Iglesia hondureña, a la que cada uno, desde su carisma, sirve. A nadie se le pide que sea lo que no es y de cada persona y cada Congregación se espera que sea lo que su vocación le llama a ser.

Sepan todos, y en todo lugar de Honduras: la Iglesia reconoce y agradece su vocación específica. Su servicio es muy significativo. No olvidemos que somos una Iglesia hondureña muy vinculada desde su inicio a la vida consagrada. Franciscanos, mercedarios, dominicos, agustinos… abrieron los caminos de la evangelización que hoy nosotros estamos llamados a profundizar y extender. La Santa Misión nacional que se está preparando para el año 2026 cuenta con la participación generosa de todos ustedes, cada uno/a desde su carisma.

Como María y José, tras venir a este templo jubilar a presentarse juntos ante Dios, ustedes volverán a sus lugares, renovados y admirados de lo que se dice de Jesús: luz que alumbra a las naciones. Como la anciana Ana, no dejen de hablar a todos de Jesús, para seguir siendo “peregrinos y sembradores de esperanza”.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí