Los hondureños nos encontramos en plena festividad en el octavo día de la Novena como homenaje a la Virgen de Suyapa, cuya fiesta principal se conmemora el día lunes 3 de febrero, recordando los 278 años del hallazgo de la diminuta imagen, en febrero de 1747 por dos agricultores oriundos de Suyapa. Su presencia e intercesión ha estado asociada a muchos milagros entre los que se cuenta la unificación del pueblo hondureño al allanar todo tipo de divisiones políticas, de raza, de clase, de región y de religión. Así se constata con su designación como Patrona de Honduras por el Papa Pío XI, hace 100 años, la cual ocurre en medio de un ambiente de corrupción, anarquía y a escasos meses de la finalización de La Guerra Civil de 1924, considerada como uno de los conflictos armados más crueles y triste de la historia de Honduras en la cual se enfrentaron hermanos contra hermanos y cuyas consecuencias políticas, económicas y sociales están vigentes en este aniversario centenario, en el cual los hondureños siguen inmersos en una fuerte crisis generada por la caótica mezcla de narcotráfico, temas políticos, económicos, migratorios y fenómenos naturales que hace que muchos hermanos nuestros la estén pasando mal. Pero para bendición de los hondureños, estar bajo el manto protector de la Santísima Virgen María de Suyapa, esas circunstancias adversas no son motivo para caer en la desesperanza y el pesimismo, pues nadie mejor que ella comprende las dificultades para salir adelante sobre todos los males, incluso sobre la muerte, ya que como mujer también experimentó y tuvo que afrontar distintos tipos de crisis.
Ella, que en la imagen de Nuestra Señora de Suyapa la contemplamos como una mujer vestida de sol, coronada con doce estrellas, fue una mujer que vivió una época convulsa, en un país ocupado por las tropas del Imperio Romano, en un lugar con notables injusticias y pobrezas, en una sociedad marcada por la marginación y exclusión social de diversos grupos humanos; que tuvo que sufrir y afrontar crisis personales y familiares como la que le llevó a dar a luz a Jesús en un establo y colocarlo en el pesebre de los animales, a sufrir el creciente desprecio y rechazo de su hijo por parte de los poderosos, hasta verle injustamente sometido a una tortura y una muerte cruel, sólo la fe en Dios le permitió ir afrontando los retos y desafíos que se le iban presentando.
A la Virgen María, la fe la llevó a comprender el devenir de la historia, más sensible ante las necesidades del prójimo, también a nosotros, tener una fe adulta como María nos debe ayuda a gestionar, con las mismas actitudes y valores los retos y desafíos del momento presente. Por eso, esta fiesta de la Virgen de Suyapa es una buena oportunidad para dejar- nos iluminar y guiar por su ejemplo y pedirle que interceda ante su hijo para que nos de fuerza y aliento para afrontar, con fe y esperanza, las dificultades de nuestra vida personal y colectiva. ¡Vayamos a su Santuario, ella nos espera con infinito amor de Madre!