En este domingo tanto la primera lectura de hoy como el santo Evangelio, presentan el silencio de una comunidad creyente dispuesta a escuchar la catequesis originada de la Palabra de Dios. Tres son los verbos fundamentales que sostiene esta y toda otra proclamación de la Palabra. El primer verbo es “leer” la Biblia, pero no de cualquier forma. El segundo verbo es el de la “explicación de sentido” terminando con el verbo “comprender”. El comprender tiene su carácter sapiencial, es decir, busca el sentido sabroso, intenso, de este alimento para la inteligencia y el corazón. Jesús en el relato de hoy cumple este proceso cuando de pie se puso a leer el texto sagrado.
Pero pronuncia una sola frase que revela que todo lo profetizado por Isaías se ha vuelto realidad “hoy”, precisamente en Él, Jesús de Nazaret. Lucas haciendo esta narración suprema y solemne retrata al Mesías, que ya está hecho hombre entre los hombres, viniendo para cumplir la esperanza de los pobres, de los ciegos y los oprimidos, al liberarlos y salvarlos.
¿Qué nos dice este texto hoy a nosotros? Que Cristo entra también hoy a nuestros templos con su Palabra que es leída, explicada y comprendida. La salvación que trae requiere este proceso de asimilación que nace de la escucha, y que nos lleva, como nos ha narrado la primera lectura a dos actitudes: la primera de conversión (primera lectura): “Todo el pueblo lloraba mientras escuchaba las palabras de la ley”, signo de arrepentimiento, con un corazón adolorido por el pasado. Y, de gozo “vayan, coman carnes gordas y beban vinos dulces”.
De la aflicción se pasa a la fiesta, del ayuno al banquete festivo y suculento. Todo porque el Señor ha cancelado la deuda de su pueblo y le ha enviado como moneda de rescate a su Único y Predilecto Hijo: Jesucristo. El “Hoy” del cumplimiento sigue vigente también para nosotros, que hoy estamos aquí escuchando su santísima Palabra, la que sale de su boca en este Año Santo Jubilar.