El Bautismo de Jesús es un episodio en la vida de Jesús de Nazaret que aparece relatado en el Nuevo Testamento y con él Jesús inicia su ministerio público. Jesús recibe la tarea de traer el amor de Dios al mundo; la tarea de acortar el espacio que hay entre el cielo y la tierra, entre lo divino y lo humano. El acontecimiento es narrado por los cuatro Evangelistas: Mateo, Marco, Lucas y Juan. Ellos narran que Jesús llega a la orilla del río Jordán procedente de Galilea y allí pide a su primo Juan que le bautice.
Juan protesta y dice que es él quien debiera ser bautizado por Jesús. Juan procede y el Espíritu de Dios desciende sobre Jesús, al tiempo que una voz decía: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco” Mt 3,17 y dado que el bautismo de Jesús por Juan el Bautista es coronado con la bajada del Espíritu Santo y la proclamación de Dios Padre de la filiación divina de Jesús, la Iglesia Católica considera esta escena como una manifestación o teofanía del misterio de la Santísima Trinidad. Es así, que la Iglesia católica conmemora ese maravilloso acontecimiento bajo el nombre de Fiesta del Bautismo del Señor este domingo 12 de enero 2025 dando fin al tiempo litúrgico de la Navidad.
Y así como Jesús recibió el Espíritu Santo en el Jordán, la doctrina de la Iglesia afirma que todo católico mediante el Sacramento del Bautismo, es ungido y recibe el don del Espíritu Santo, que le capacita para vivir una vida de santidad, crecer en la fe y proclamar el Evangelio a los demás. Este don del Espíritu Santo no sólo es una bendición personal, sino que también conlleva la responsabilidad de compartir la verdad del Evangelio con quienes nos rodean, porque todo católico bautizado está llamado a ser profeta.
Cuando pensamos en profetas, usualmente pensamos en personas de las Sagradas Escrituras como Moisés, Isaías, Elías o Juan Bautista, hombres audaces e intrépidos, que realizaron hechos milagrosos, como la partición del Mar Rojo o el ser llevado al cielo en un carro de fuego, acontecimientos extraordinarios que darían la idea que el papel del profeta está reservado a unos pocos elegidos, pero a decir verdad es que cualquiera que haya sido bautizado está ungido como profeta: ¡eso lo incluye a usted o a mí! En este Año Santo del Jubileo bajo el lema Peregrinos de la Esperanza, el Papa Francisco nos exhorta a vivir una vida santa y de servicio a los demás, esto significa llevar paz en tiempos de agitación, justicia en medio de la injusticia, y esperanza y ayuda a los pobres y marginados.
Estamos llamados a defender la dignidad de toda persona humana y a trabajar por el bien común, a ser un signo de esperanza y amor en medio de la oscuridad y la desesperación que a menudo afligen a nuestro mundo; cumpliendo a cabalidad la labor de evangelización que es parte esencial de la misión profética de los bautizados. Pero siendo honestos, la misión profética no está exenta de desafíos; porque el llamado implica denunciar el pecado, trabajar por la transformación de la sociedad, decir la verdad, aunque sea impopular o incómoda y no dejarnos tentar de rechazar la misión como lo intentó el profeta Jeremías.