¿Cómo es Dios? Cuando pensamos en Dios se nos viene la imagen de poder, riquezas, fuerzas, un monarca lleno de magnificencia infinita. Y lo pensamos así, porque esa es la idea de grandeza del hombre. Pero para Dios la grandeza está en la pequeñez, en la fragilidad de una mujer joven en cinta, un hombre preocupado y hasta nervioso por todo lo que sucede. Una familia migrante y desposeída que ante el frio de la noche se cobija junto a los animales: las ovejas, el buey y el asno, pero confiando en la presencia de Dios que les acompaña. Esta sencillez y precariedad nos muestra que el Mesías, no necesita ser servido, sino, que viene a servir, a permanecer y estar con los más necesitados, que vive y siente nuestro dolor, nuestro amor, nuestras angustias. Ese mismo amor, lo hace transmitiendo la Buena Nueva que llega a los más sencillos. Esto se ve reflejado en los ángeles, quienes anuncian a los pastores el nacimiento y estos inician su peregrinar hacia el Niño. Los reyes que siguen la estrella con la finalidad de conocer al Rey de Reyes. Estas son las imágenes que se nos muestra en los nacimientos y que están descritas en la Sagrada Escritura. Podemos observar la disposición de Dios. Él espera recibir a todo aquel que acuda a su encuentro: ricos, como los magos de oriente; sencillos, como los pastores; magníficos, como la estrella… el cielo, los animales, todo ser que desee conocer al Sumo Bien y todo el que quiera llegar ante Él. Podemos notar que todas las figuras aparecen de rodillas y en posturas de adoración, es nuestro soberano Señor que en este Adviento nos pide, desde la tradición del nacimiento, que tomemos nuestra misión, nuestra honrosa tarea de entregar la vida sirviéndole con amor a todo aquel corazón que necesite de su amor, por medio de nuestros actos y su Palabra. Nos invita desde la sencillez de la figura del Niño a ser aprendices de la fe, portadores de esperanza, y realizar nuestro trabajo con obediencia, a compartir de nuestro pan, a leer las Escrituras, estudiar tantos misterios y hermosuras, ir juntos al altar, a confiar en su amor, nos invita a ser Evangelio viviente, abandonarnos totalmente en su amor, así como lo hace un niño en los brazos de su padre. “No seríamos capaces de tocar el cielo si Jesús no hubiera tocado la tierra” San Francisco de Asís.