Editorial |Nuestra voz |Las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia

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La Sagrada Escritura es fuente de conocimiento del Señor Jesús, de la fe de la Iglesia, de nuestra historia como personas y juega un rol importantísimo en la vida del católico; a pesar de que no es el único medio por el cual, nos encontramos con Jesús, si consideramos que en nuestra Iglesia, la Eucaristía, presencia real de Jesús sacramentado, así como la caridad fraterna y la oración, son fundamentos de nuestra fe; pero desconocer la Escritura es desconocer a Cristo, ya que la Biblia es importante, como dice San Pablo, “para enseñar, para argumentar, para corregir y para educar en la justicia” (2Tim 3, 16), para nuestra vida espiritual, para las celebraciones comunitarias, para la catequesis y el apostolado, para que la predicación no sea vacía y superficial y es “como el alma de la Sagrada Teología” (DV, 24). No podemos dejar que la Biblia esté sólo en el librero, o adornando un mueble de la sala.

Integrar la lectura y el estudio de la Biblia en la vida cotidiana es una manera de profundizar la fe, entender las enseñanzas de Dios más claramente y aplicarlas a la vida diaria sirviéndonos de guía al ofrecernos sabiduría, consuelo e instrucción para cada situación, haciendo de ello una práctica tanto nutritiva como enriquecedora. Sin embargo, es importante destacar que para el cristiano católico la lectura e interpretación de la Escritura siempre debe hacerse siguiendo los criterios de interpretación dados por la “Dei Verbum”, n. 12 que dice: “Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano, por lo tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y lo que Dios quería dar a conocer con dichas palabras. Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas “los géneros literarios”. Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios. El intérprete indagará lo que el autor sagrado dice e intenta decir, según su tiempo y cultura, por medio de los géneros literarios propios de la época… Todo lo dicho sobre la interpretación de la Escritura queda sometido al juicio definitivo de la Iglesia, que recibió de Dios el encargo y el oficio de conservar e interpretar la Palabra de Dios”.

De ese modo, los católicos evitamos caer en el libertinaje interpretativo que ha sido la raíz de tantas divisiones en los grupos protestantes, que en general tienen el criterio de leer la Biblia: ¡Sólo la Biblia!, y su interpretación es personal, lo que ha provocado que muchos han entendido la inspiración bíblica en forma verbal y literal, cayendo en actitudes realmente fanáticas, totalmente esclavizantes e irracionales y en un fundamentalismo bíblico totalmente desfasado. Como verdaderos católicos debemos fomentar un gran aprecio por el libro santo y convertirlo en nuestro libro de cabecera siempre de la mano de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, representado por el Papa.

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