San Pío de Pietrelcina, conocido como el Padre Pío, es un gran referente de santidad y de constante lucha espiritual. Su vida fue una batalla diaria contra el mal, enfrentando ataques directos del demonio, quien incluso se atrevió a confesarse con el clérigo. El Padre Pío no solo soportó enfermedades y sufrimientos físicos, sino que también fue objeto de agresiones espirituales y físicas. En más de una ocasión, afirmó que los demonios lo golpeaban brutalmente, pero en lugar de rendirse, estos ataques fortalecieron su fe y lo llevaron a vivir en plenitud su vida de oración.
Él enseñaba que la lucha entre el bien y el mal no es una fantasía, sino una realidad palpable. Advertía que las acechanzas del maligno son verdaderas, y que la mejor protección para nuestra vida espiritual es la oración constante. Solía decir: “El demonio es como un perro que ladra, pero está atado”.
Este mensaje nos recuerda que, aunque el mal puede parecer poderoso, aquellos que confían en Dios no deben temer, ya que el demonio es cobarde ante quienes tienen fe. Su invitación era clara: no subestimar al enemigo, pero tampoco vivir con miedo. El Diácono Permanente Víc- tor Fernández, señala que, siguiendo el ejemplo del Padre Pío, debemos confiar en el poder de la oración y en mantenernos en estado de gracia. Aunque enfrentemos momentos difíciles y adversidades, debemos recordar que Dios está siempre con nosotros y nos dará la fuerza para superar cualquier obstáculo.
El Padre Pío recomendaba la oración como la mejor arma contra el mal: “Ora, ten fe y no te preocupes”. Además, tenía una devoción profunda a la Virgen María, a quien veía como un refugio en los momentos de necesidad. La describía como llena de dulzura, misericordia y amor, y recomendaba el rezo del santo rosario como una poderosa arma espiritual. También mantenía una relación cercana con su ángel de la guarda, a quien invocaba frecuentemente en busca de protección.