Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano-En el segundo día de su viaje apostólico 45, en tierras asiáticas, el Papa Francisco, en su homilía en el estadio Gelora Bung Karno, en Yakarta, recordó a los fieles que el encuentro con Jesús nos llama “a vivir dos actitudes fundamentales, que nos hacen capaces de llegar a ser sus discípulos: escuchar la Palabra y vivir la Palabra”.
El Papa dijo que primero es importante escuchar la Palabra de Dios”, porque todo nace de la escucha, de abrirse a Él, de acoger el don precioso de su amistad, les dijo. Pero después de escucharla, de recibir la Palabra, es necesario vivirla, dijo, “para no ser oyentes superficiales que se engañan a sí mismos (cf. St 1,22), para no arriesgarnos a escuchar sólo con los oídos sin que la semilla de la Palabra llegue al corazón y cambie nuestro modo de pensar, de sentir y de actuar. La Palabra que se nos da y que escuchamos tiene que hacerse vida, transformar la vida, encarnarse en nuestra vida”. Estas dos actitudes esenciales: escuchar la Palabra y vivir la Palabra, podemos contemplarlas en el Evangelio que se acaba de proclamar, señaló.
Escuchar
Comentando el Evangelio de hoy, donde el evangelista Lucas narra que mucha gente acudía a Jesús y que «la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios» (Lc 5,1). Al respecto Francisco, dijo que la muchedumbre buscaba a Jesús, “tenían hambre y sed de la Palabra del Señor y la oyeron resonar en las palabras de Jesús”. Es un escena que se repite continuamente en el Evangelio, y denota, afirmó el Papa, que el “corazón del hombre está siempre en búsqueda de una verdad”, para alimentar y saciar su deseo de felicidad, por el hombre, dijo el Santo Padre, no se conforma con las palabras humanas, con criterios de este mundo o con sus juicios mundanos. “Necesitamos siempre una luz que venga de lo alto para iluminar nuestro camino, un agua viva que pueda calmar la sed de los desiertos del alma, un consuelo que no defrauda porque proviene del cielo y no de las cosas efímeras del mundo. En medio del aturdimiento y la vanidad de las palabras humanas, necesitamos la Palabra de Dios, la única que sirve de brújula en nuestro camino, la única que, frente a tantas heridas y pérdidas, es capaz de devolvernos al significado auténtico de la vida“, dijo.
Francisco advirtió que la primera tarea del discípulo no es la de vestir el hábito de una religiosidad exteriormente perfecta, ni de hacer cosas extraordinarias o dedicarse a grandes proyectos. Simplemente se debe poner a la escucha de la única Palabra que salva, la de Jesús. “Nuestra vida de fe comienza cuando acogemos humildemente a Jesús en la barca de nuestra existencia, cuando le hacemos un espacio, cuando nos ponemos a la escucha de su Palabra y dejamos que esta nos interpele, nos agite y nos cambie”.
Vivir la Palabra de Dios, encarnándonos en nosotros, apostar por la Palabra como lo hizo Jesús a Pedro: después de que Jesús terminó de predicar a la multitud desde la barca, se dirigió a Pedro y lo exhortó a asumir el riesgo de apostar por esa Palabra: «Navega mar adentro, y echen las redes» (Lc 5,4).
Navegar
Viviendo la Palabra del Señor para que no quede como “una bonita idea abstracta, o suscitando sólo la emoción del momento”, la Palabra de Dios nos pide que cambiemos nuestra mirada, que nos dejemos transformar el corazón a imagen del de Cristo, continuó el Papa; nos llama a echar con valentía las redes del Evangelio en medio del mar del mundo, “corriendo el riesgo” de vivir el amor que Él nos ha enseñado y ha vivido primero.
El Papa nos advierte que no nos sintamos insuficientes, frente a las numerosas ocupaciones de nuestra vida cotidiana; ante la llamada, que todos sentimos, de construir una sociedad más justa, de avanzar en el camino de la paz y del diálogo —llamada que aquí en Indonesia se ha propuesto desde hace tiempo—, que no nos dejemos abatir ante tanto compromiso que no “siempre da los frutos esperados o de nuestros errores que parecen frenar el camino”. No nos encerremos en nuestros fracasos, no nos detengamos en ver nuestras redes vacías, al contrario, afirmó el Papa, miremos a Jesús y confiemos en Él.
Al final de la misa, el cardenal Ignatius Suharyo, arzobispo de Yakarta, expresó su gratitud al Papa por su «larga y fatigosa» peregrinación al país, por su cercanía «desde el comienzo de la lucha de Indonesia por la independencia». El arzobispo recordó la preparación de la visita, marcada por la oración y las tres palabras elegidas como lema: fe, fraternidad, compasión. Fraternidad que debe convertirse en el futuro en disposición concreta hacia los más frágiles y atención a la tierra que sufre, convirtiéndose en peregrinos de la esperanza. «Mi visita entre ustedes -dijo el Papa- está llegando a su fin y quiero expresar mi gozosa gratitud por la exquisita acogida que se me ha dispensado». Palabras de agradecimiento después para las autoridades del país y para la Iglesia local. «Les recomiendo -fue la última consigna del Papa- ¡hagan alboroto!».