El gran problema de nuestra democracia es que contamos con muy pocos demócratas. Sé que puede sonar hasta irrisorio cuando no ridículo lo que les escribo, pero así es. El victimismo y la mentira son las dos características fundamentales de la mayoría de los políticos de nuestro terruño. Tiran la piedra y esconden la mano. Hacen las barbaridades y después buscan a quién echarle la culpa porque ellos: ¡son inocentes! Siempre hay “grupos de poder”, grupos “fácticos” detrás de todo lo que a ellos les ocurre. Y claro, nadie niega que existen grupos de poder vinculados al crimen organizado y sobre todo al narcotráfico, pero no admitir que se ha procedido de manera equivocada y queriendo que a la fuerza todo se dé, es algo que nos tiene como nos tiene. Los señores obispos, por enésima vez, han pedido que se busquen caminos de dialogo, de consensos. Aquí es donde faltan los demócratas y sobran los fanáticos. Faltan los patriotas y sobran los partidarios. Faltan los honestos y sobran los que mienten, mienten y vuelven a mentir, porque algo queda. Falta la transparencia y surgen los educados en aquella escuela que enseñaba que si vas perdiendo, enrédalo todo.
Falta el amor por Honduras y sobra el idilio por un líder que lo único que ama es su dinero y su bienestar. Es necesario que, el que tenga el libreto de todo lo que está ocurriendo, mejor se haga a un lado, porque se está llevando de encuentro la tranquilidad y la paz de un país, suficientemente golpeado, por las inclemencias del clima, cuanto más lo es por la corrupción escandalosa que se vive. Decían los obispos en el reciente mensaje que: “La experiencia nos dice que el uso de la violencia, la coerción, la división y la compra de voluntades no son el camino del progreso y la justicia, sino que siempre estarán llevando al país hacia el fracaso y el deterioro institucional”. Y tengo que admitir que mientras lo leía en lo único que pensé fue en la palabra “experiencia”.
¡Quisiera que no tuviéramos esa experiencia en Honduras! Darnos cuenta que estamos repitiendo modos de proceder del pasado, que tanto criticamos y que luchamos por erradicar, es más que doloroso. Es desesperante. El nuestro desde hace meses, cuando no años, es un estado fallido, un estado semi fracasado que necesita pronto una transfusión de esperanza, con una altísima dosis de justicia. Justicia de la real, no la partidista, del color que sea, que nos quieren obligar a tragar. Consolidar la democracia pasa por dejar de estar opinando en las redes sociales y tomar una postura clara y activa, en favor de la democracia que tanto decimos querer. No nos dejemos robar la esperanza. Se trata, no es estar a favor de este o aquel partido, sino de estar a favor de la patria. Se necesitan demócratas, se necesita ética y no mandracadas. En conciencia ¿es usted un demócrata?