Así como una gracia puede ganarse con buenas acciones y una fe firme, puede perderse si no se cumplen ciertos parámetros establecidos por la Iglesia en su doctrina y tradición, allí radica la importancia de la coherencia cristiana para llevar una vida santificada y santificadora.
Tesoro
Para Rolando Barahona, fiel devoto de la Divina Misericordia y miembro del movimiento de Equipos de Nuestra Señora, opina que “Es algo divino que Dios nos concede a través de la vida sacramental que recibimos gracias a la Iglesia. Es un don para toda la humanidad y que nos invita a ser santos”. Si bien todo gira en torno a la vocación y a una respuesta generosa de quien el Señor elige, Barahona exhorta a que “a medida que vamos experimentando su Divina Misericordia y el deseo de no fallarle, descubrimos el gran amor y perdón de Dios, volviéndonos a reconciliar con Él, con nuestros hermanos y con nosotros mismos”. El párroco de la comunidad San Pedro Apóstol de Tegucigalpa, presbítero Héctor López, aporta que “La gracia santificante es la acción de Dios en nuestra vida que nos hace fuertes contra el pecado y dóciles a la voluntad de Dios”. Esta fortaleza al pecado y la docilidad de dejarse conducir por el Espíritu Santo, son una tarea que para todo cristiano.
Resguardo
Con la vida espiritual, coherente y apegada a los preceptos, se obtiene una gracia santificante que lleva al cristiano muy cerca de una vida de Dios, pero en el camino, hay peligros que pueden estropear este don; el pecado, el anti testimonio y la inconsistencia, son solo algunos de los detalles que pueden alejar al hijo de Dios de la gracia regalada, una suma de acciones que se convierten en un verdadero reto. Keyla Suazo, cantautora católica, afirma que “Nos alejamos de la gracia cuando le subimos más el volumen a nuestros deseos humanos que a los deseos que Dios tiene para nosotros”.