La composición narrativa que nos regala San Mateo para el Evangelio de este domingo, está armoniosamente desarrollada a través de las triples citas bíblicas del Antiguo Testamento que hace Jesús como respuesta al tentador (“Está escrito”); los tres lugares en donde se encuentra ubicado: el desierto, el pináculo del templo (que es la esquina más alta de los muros del templo, que desciende perpendicularmente sobre el valle de Cedrón) y el monte altísimo, escenografías que recuerdan como el desierto manifestaría la crisis de fe del Israel que caminaba hacia la tierra prometida y la ubicación en el templo, un Jesús que se hace fiel a Dios no cediendo a los proyectos diabólicos de poder, triunfo y dominio.
Esto queda tan claro y manifiesto en la narración por que el tentador le presenta a Jesús tres formas de triunfo mesiánico. La primera, las piedras le invita a quedarse en la materialidad de las cosas, sin trascender a un alimento que no siendo material le aparezca insuficiente para el verdadero líder de la salvación. La segunda al colocarle en el “pináculo” del Templo, es como si lo reta a dejar esa fe que le acompañado por siempre, por hacerse “estrella terrenal” para cautivar y lograr una popularidad que sin duda la tendría por sus poderes, haciéndose así, un mago como nunca lo había existido.
Y la tercera tentación, sería como decimos “la vencida”, porque reviste un carácter de crescendo, es decir, un nivel de fuerza que provocaría una reacción afirmativa sin la mayor resistencia. El diablo acepta que quiera renunciar a las anteriores y le permite que siga con su fe, pero que la acomode a una religión del poder y del bienestar, una idolatría implacable que exige de su fiel una totalidad absoluta en dedicación y entrega. A los tres desafíos de satanás responde Jesús con su única arma, la de la Palabra de Dios.
No usa ninguna palabra suya, sino solo la “escrita” en la Biblia. Enseñanza ya clara para la vivencia de la Cuaresma que cada uno de nosotros deberá tomar para sí, caminar con la Biblia, asistidos y consolados por esa Palabra de Dios, para poder vencer en cada momento las provocaciones sutiles que hace el enemigo, invitándonos a pasajeras formas de bienestar, al éxito efímero y al poder sin importar como se ha conseguido. Aquí en verdad, la Palabra de Dios, desenmascara a satanás y lo reduce a su total impotencia. Jesús sale victorioso de la prueba y “los ángeles le servían”. Así nos quiere también a nosotros, al finalizar los cuarenta días penitenciales. ¡Él nos ayude a acompañarlo!