¿Qué nos dice Jesús en el Evangelio para este día? Esta es la gran premisa con que cada domingo nos abrimos a la escucha de la Palabra de Dios. Hoy nos dice claramente: “¡Estén preparados!”. Palabras que ya venían resonando desde el Antiguo Testamento como en el Salmo 130 en los versículos 6-7, Salmo llamado “De Profundis” (De lo profundo): “Mi alma espera en el Señor como el centinela la aurora…”. Todo está plasmado en la actitud espiritual de la vigilancia, de la espera, como un hilo conductor en todo el Evangelio de este domingo. Tres breves parábolas nos acompañan hoy como un gran eco de la voz del Maestro.
La primera es la del amo que vuelve de la fiesta de bodas a medianoche y, al ver a sus siervos todavía despiertos y activos, se ofrece, lleno de alegría y agradecimiento a prepararles la cena. La segunda parábola es la del ladrón que entra a una casa destruye y hurta, este como todo ladrón llega cuando menos se le espera; y la tercera parábola que es la más desarrollada y articulada, la del administrador fiel y sabio que está listo a entregar al amo el balance de la administración de la casa, en el momento que el amo lo solicite. Aceptando que el error está en pesar que el “amo tardará en llegar”.
Con esta narración en parábolas, Lucas quiere despertar a su comunidad de la tentación del letargo, del relajamiento en las prácticas cristianas porque a la larga, el Señor, tardará en volver o tenemos todavía mucho tiempo por delante para pensar y preocuparnos en la propia muerte. En síntesis, invita a no tardar más en el empeño por vivir una conversión real y definitiva. Hay que estar como el centinela, despierto y con las lámparas encendidas para estar listo para cuando el Señor vuelva, conscientes que nunca sabremos cuando será.
La vida cristiana es como una larga vigilia que conoce la serena seguridad de la salida del sol y que se vive con esa esperanza activa y confiada. Es una esperanza hecha de una mezcla de certeza y de sorpresa, de fortaleza y buen ánimo. El Día del Señor, es una espera confiada y gozosa, sabremos que nos llegará ese día y mientras esperamos, caminamos alegres en la fe, la esperanza y el amor. Tener las lámparas encendidas es la imagen clara de un discípulo que no se duerme, confiado en sus propias y efímeras seguridades, sino que está siempre despierto, confiando solo en su Señor.