La cuaresma nos invita a realizar un camino de conversión, camino que puede estar lleno de crecimiento, pero también lleno de tentaciones y caídas. Hoy es un buen día para detenernos en el camino y evaluar nuestro recorrido a través de un simple cuestionario:
- ¿He cumplido con los días de ayuno y abstinencia?
- ¿He acudido al sacramento de la reconciliación?
- ¿Me he negado a mí mismo para cargar con mi cruz?
- ¿Con quién estoy compartiendo mi limosna cuaresmal?
- ¿Cuánto tiempo he dedicado a la oración personal cada día?
- Ante las asechanzas del tentador y la fatiga de la vida ¿me he acercado o me he alejado de Dios?
- ¿Me he vuelto más humilde durante estos días?
- ¿Qué tan misericordioso he sido con las personas que se han equivocado?
- ¿Estoy trabajando la capacidad de perdonar?
- Cristo fue obediente hasta la muerte ¿y yo cómo voy con la obediencia?
“Nuestra oración, hecha con humildad y caridad, con ayuno y limosnas, templanza y perdón, practicando el bien y no devolviendo el mal por mal, alejándonos del mal y entregándonos a la virtud, busca la paz y la consigue” San Agustín