Editorial | Nuestra voz | Sínodo sobre sinodalidad: ¡La Iglesia va de camino!

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La fase diocesana la primera del proceso sinodal está en marcha. Comenzó el 17 de octubre de 2021 en todas las diócesis del mundo. En cada diócesis se instituyó una «Comisión Sinodal» como punto focal principal para dirigir el trabajo específico a ser desarrollado durante la «etapa de escucha». La comisión, es a su vez, es el enlace entre la diócesis y las parroquias, así como entre la diócesis y la conferencia episcopal. En cada parroquia o en cada comunidad cristiana se forma uno o varios grupos de personas, representativos de la Iglesia en ese lugar.

El objetivo es que en esos grupos participen las personas más comprometidas con el día a día de la comunidad, las personas que participan esporádicamente y también las personas que, siendo bautizadas, se sienten alejadas o marginadas de la vida de la Iglesia. Esos grupos, dirigidos por un responsable, realizan sus reuniones, con una periodicidad establecida y dialogan sobre el documento de trabajo, propuesto por la secretaría general del Sínodo. Al concluir todas sus reuniones elaboran una síntesis de las aportaciones que quieren realizar y la envían al equipo de referencia en la diócesis.

Tres meses después de la apertura del proceso sinodal, la secretaria general del Sínodo de los Obispos, expresó su gran satisfacción por el progreso del proceso a nivel local. En un comunicado de prensa dio a conocer que, hasta el 98 por ciento de las Conferencias Episcopales y los Sínodos de las Iglesias Orientales de todo el mundo han designado a una persona o a todo un equipo para llevar a cabo el proceso sinodal. Muchas diócesis y otras realidades eclesiales han iniciado el proceso sinodal.

Los laicos, organizados o no, y la vida consagrada en particular están mostrando un gran entusiasmo, que se está traduciendo en una miríada de iniciativas destinadas a promover la consulta y el discernimiento eclesial. Los que han vivido hasta ahora una experiencia sinodal hablan de una experiencia gozosa y de una verdadera transformación en su pertenencia a la comunidad eclesial. En general, está claro que el momento del lanzamiento, la forma de consulta y la participación del Pueblo de Dios varían de una región del mundo a otra. En particular, el proceso sinodal es acogido con alegría y entusiasmo en varios países de África, América Latina y Asia. Los documentos publicados por la secretaría general tuvieron una buena acogida, y se hizo un esfuerzo encomiable para traducirlos localmente.

La dimensión ecuménica está bastante bien integrada y sigue las indicaciones sugeridas. También hay cierto entusiasmo y deseo por parte de otras confesiones cristianas de contribuir al camino emprendido por la Iglesia católica. En cuanto a la dimensión interreligiosa, esta se impone naturalmente en los países donde los cristianos son minoría. También en este caso se espera una contribución importante. En conclusión, puede decirse que la novedad del proceso sinodal suscita ciertamente mucha alegría y dinamismo, pero también una serie de incertidumbres que deben ser abordadas. Cada vez hay más conciencia de que la conversión sinodal a la que está llamado cada bautizado es un proceso largo que durará más tiempo que el proceso en sí.

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