Practiquemos este decálogo de conversión cuaresmal

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1.- La conversión es recordar que el Señor nos hizo para sí y que todos los anhelos, expectativas, búsquedas y hasta frenesíes de nuestra vida, sólo descansarán, sólo se plenificarán, cuando volvamos a Él.

2.- La conversión es la llamada insistente a que asumamos, reconozcamos y purifiquemos nuestras debilidades.

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3.- La conversión es ponernos en el camino, con la ternura, la humildad y la sinceridad del hijo pródigo, de rectificar los pequeños o grandes errores y defectos de nuestra vida.

4.- La conversión es entrar en uno mismo y tamizar la propia existencia a la luz del Señor, de su Palabra y de su Iglesia y descubrir todo lo que hay en nosotros de vanidad innecesaria, de limitación y egoísmo.

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5.- La conversión es cambiar nuestra mentalidad, llena de eslóganes mundanos, lejana al evangelio, y transformarla por una visión cristiana y sobrenatural de la vida.

6.- La conversión es cortar nuestros caminos de pecado, de materialismo, paganismo, consumismo, sensualismo, secularismo e insolidaridad y emprender el verdadero camino de los hijos de Dios, ligeros de equipaje.

7.- La conversión es examinarnos de amor y encontrar nuestro corazón y nuestras manos más o menos vacías.

8.- La conversión es renunciar a nuestro viejo y acendrado egoísmo, que cierra las puertas a Dios y al prójimo.

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9.- La conversión es mirar a Jesucristo -como hizo Teresa de Jesús a su Cristo muy llagado- y contemplar su cuerpo desnudo, sus manos rotas, sus pies atados, su corazón traspasado, sentir la necesidad de responder con amor al Amor que no es amado.

10.- Y así, de este modo, la conversión, siempre obra de la misericordia y de la gracia de Dios y del esfuerzo del hombre, será encuentro gozoso, sanante y transformador con Jesucristo.

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