Reflexión | Vergüenza

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Esta Semana Santa ha quedado marcada por la situación de la pandemia y la irresponsabilidad con que muchos de nuestros hermanos han procedido. El ignorar las consecuencias de nuestras acciones es grave cuando en nuestro afán egoísta y soberbio perdemos de vista el número tan alto de fallecidos y contagiados que no son inventos de nadie.

La enfermedad no responde a una ideología o ha sido creada de manera arbitraria para someter a nadie. La enfermedad debe ser vista como una oportunidad para reflexionar y ordenar nuestra vida en función de lo que realmente importa. Nos ha llevado a tomar distancia, no sólo la de los dos metros recomendados, sino de lo que hemos considerado valioso y que realmente, no lo es.

Sin embargo, también es cierto que esta semana ha quedado marcada por la sentencia en contra de Tony Hernández que manifiesta abiertamente el fracaso y la vergüenza que deberían tener los órganos de justicia del país que durante años de años se ha plegado a los intereses de grupos de poder que, vinculados directa o indirectamente con el crimen organizado, se han hecho de la vista gorda mientras aumentaba el número de muertes y sobre todo la pobreza de miles de hermanos que perdieron oportunidad de desarrollarse por la desmedida avidez de los que tras bambalinas han manipulado toda la institucionalidad del país.

No creo que haya sido esta sentencia algo que debería alegrarnos, porque la alegría la tendremos cuando nuestros empleados públicos actúen con valentía, apliquen la ley y desempeñen todas sus funciones de manera ética.

El silencio cómplice de todos los órganos del Estado y el cinismo con el que han procedido son varias espinas en la corona de la pasión de nuestro pueblo. Un pueblo que merece mejores destinos y que reclama, eso sí, que este sea solo el inicio de un cambio real. Suficiente nos han crucificado, suficiente han denigrado el nombre de nuestro país.

Cuando hace 4 años escribí hablando de esta situación, lamenté que nos iban a meter a todos los hondureños en el mismo costal y nos verían como un narcoestado, muchas personas, incluidas las que poco a poco van saliendo en las listas de acusados y señalados, me pidieron que me retractará, me amenazaron veladamente y para variar, me advirtieron que la Iglesia no se debía meter en esto.

A cada uno de ellos le respondí que gracias a Dios solo debía responder a la voz de Dios, de mi conciencia y a la obediencia que les debo a mis obispos. Y estoy seguro que en todo esto me puedo apoyar sin miedo. Honduras urge de una Pascua real. Necesitamos vencer la muerte, pero eso solo se logrará si volvemos la mirada y el corazón a Dios y de una vez por todas dejamos de estar bailando al ritmo de este puñado de criminales a los que les cegó el poder y el dinero fácil. La sangre de miles de hermanos está clamando al cielo y en honor a su memoria y por el futuro de mis sobrinos y de cada niño al que sirvo como pastor, elevo mi voz para exigirle a la clase política y a los malos empresarios que hay en el país: ¡Basta ya!

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