Reflexión | Una sola muerte bastó

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

No cabe duda que todos esperamos una Semana Santa diferente este año. Venimos de 2 años con celebraciones atípicas, de hecho, aún recuerdo cuando pensábamos que la Cuaresma del 2020 en la que estábamos encerrados en el mes de marzo, concluiría sencillamente con una celebración de la Pascua en la que todo volvería a la normalidad. ¡Que ilusos éramos! Después de estos 2 años y sin haber aprendido del todo la lección que esta pandemia debía dejarnos, nos disponemos a celebrar esta Semana Santa con mucho calvario que recorrer, pero con una mayor esperanza en la cual todo se debe sostener.

En nuestro propio patio seguimos sin superar la crisis provocada por la situación legal del expresidente de la República. Nuestra sociedad está dividida coma mucho más coma está fragmentada. Seguimos experimentando un sinnúmero de problemas, retos y conflictos. Evidentemente, el nuevo Gobierno no podría en ningún caso resolver todos esos problemas en un lapso de tiempo tan corto como el que llevamos desde el momento de la instalación de esta nueva administración.

Sin embargo, y sin pretender con ello generalizar, vemos indicios de una especie de continuidad en la manera de proceder de algunos de los personeros del actual Gobierno. Es necesario, una mayor firmeza, claridad y norte para todo lo que se está haciendo. Hay mucho de errático y, además, cosa que era de esperarse, los descontentos al interior del mismo partido de Gobierno responden a la amalgama de los colectivos que en ocasiones funcionan como facciones y no como un cuerpo, como un todo.

Por eso es que necesitamos, todos, ver esta Semana Santa como una oportunidad para trabajar la reconciliación y la sanación de las heridas que seguimos haciendo sangrar con cada revanchismo, con cada excusa y con cada acusación de unos a los otros. No podemos seguir desgastándonos en luchas fratricidas que al final no nos llevan sino a radicalizar posturas y cerrarnos al diálogo. Lo visto en estos días en Bucha, al norte de Kiev, es algo que debe llamarnos a todos a la reflexión. Los rusos y los ucranios son la misma familia, tienen el mismo origen.

Los más de 400 civiles asesinados sólo en esa localidad son la muestra que cuando hay odio alimentado por el caprichoso, la soberbia y la mentira, se termina perdiendo lo más elemental de las relaciones humanas, porque no hay nada más humano que saber relacionarse, saber comunicarse.

Hace 100 años, se vivieron en Honduras las más crueles guerras civiles que hemos sufrido. No necesitamos repetir eso y aunque algunos me digan que para llegar a eso nos falta mucho, la verdad es que temo que el primer ingrediente ya está: intereses mezquinos y liderazgos de gente cabeza caliente. Si algo nos recuerda la Semana Santa es que basta con la muerte de “un solo Hombre” para salvar la nación. Basta esa muerte porque de ella sale la verdadera vida.

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