Reflexión | Transparencia, honestidad y rendición de cuentas

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Las virtudes de la ética política son un sueño en nuestro país, pero nada de lo que vale la pena ha ocurrido sin antes haberlo soñado y trabajado para su realización. En la medida nos vamos acercando al proceso electoral de finales de noviembre de este año, se agudizan las críticas y también surgen muchísimas dudas, rumores y reacciones que no necesariamente son correctas. El sábado pasado tuvimos una antesala de lo que pueden llegar a ser las elecciones generales cuando grupos de choque de algunos partidos se enfrentaron en el momento que debía determinarse el lugar que ocuparían en la papeleta electoral los presidenciables.

La bajeza de los líderes de estos partidos, solo demuestra qué es lo que realmente quieren y de que están hechos. Sinceramente creo que hay personas con mucha mayor capacidad para aspirar a cargos de elección tan delicados, pero los dueños de los partidos los han colocado ahí precisamente para generar caos y porque saben que son una “chispita” que con nada prenden fuego. Por mucho que sigan insistiendo en descalificarse de un lado al otro, lo cierto es que solo nos demuestran que nadie en su sana conciencia debería otorgarles el derecho a gobernarnos. Si alguien es incapaz de gobernar sus pasiones y no sabe controlar su deseo de recurrir a la violencia, no debería tener derecho a gobernar a ningún pueblo.

Debemos revisar con lupa quiénes del espectro político realmente cumplen y están dispuestos a seguir cumpliendo los principios básicos de la moral política. Un candidato o candidata que no represente ninguna garantía de transparencia y honestidad, además de que sabemos que la rendición de cuentas de sus administraciones pasadas o del manejo de su propia vida no son fiables, no debería gozar de nuestro apoyo. Lo vienen diciendo los señores obispos desde hace buen rato: “No solo debemos asistir a votar sino que debemos saber elegir por quién votamos.

El voto no se bota ni se vende”. Por otra parte tenemos que luchar contra la indiferencia y la desidia que nos están haciendo desconfiar de todo el proceso y eso beneficiará solamente a los que tienen una organización sólida y cuentan con los recursos suficientes para montar una campaña de largo plazo. Además, es imprescindible que se aleje el fantasma de los intentos por cancelar o impedir que se desarrollen las elecciones.

Prestarle atención a los que se dedican, profesionalmente sin tener profesión, a desacreditar todo proceso de antemano es un gasto de energía que no necesitamos. En unos días comenzaremos el mes de septiembre y, más que nunca, hoy debemos luchar por la independencia. La independencia de los Poderes del Estado, la independencia de decidir cuál es el mejor rumbo que debe tomar nuestro país…la independencia de elegir. Que nadie se canse de trabajar por adecentar esta patria nuestra que nos puede costar muy caro, pero es la que tenemos y debemos preservar por el bien de los que vienen detrás y tienen derecho a reclamarnos si no hicimos lo suficiente.

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