Reflexión | Suyapa

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

Lo más fácil que se me viene a la cabeza, y sobre todo al corazón, es responder ante mi propia interrogante, con otra pregunta: ¿Y por qué no? El origen de ella es, bien sencillo. El asunto es que, una de las niñas de la parroquia se me acercó para preguntarme: ¿Por qué Suyapa? Eso fue después de que ella escuchó en los avisos de la misa que yo estaba invitando a peregrinar a Suyapa. Pero, les soy honesto. La verdad es que creo que, no entendí bien la pregunta. Incluso, confieso, que he de haber dejado más confundida a la niña. Mi consuelo es que la mamá no me hizo mala cara cuando le contesté.

Pero la preguntita, me quedó dando vueltas en la cabeza, el resto de esta semana. ¿Por qué Suyapa? Estoy plenamente con- vencido que, sin Suyapa, Honduras, no sería Honduras. Dicho de otra manera, necesitamos desesperadamente encontrar elementos que nos recuerden lo fundamental de nuestra identidad; más aún, que nos den identidad. A Suyapa, acudimos todos. Ahí sí que sencillamente nos confundimos todos los que formamos este espectro de Patria que se llama: Honduras.

Todos los grupos, todas las etnias, todas las instituciones, todas la edades, todos los sexos; y permítanme, incluso, todos los credos, se acercan a Suyapa. Con lo último más de alguno levantó una ceja, pero es que me consta que hay hermanos nuestros, de otras confesiones, que ya sea por curiosidad o porque sencillamente, el sustrato católico no se ha desaparecido del todo, acuden con cierta fe, a los pies de Santa María de Suyapa. Es impresionante, no sólo la cantidad de gente que circula estos días en la “Aldea” de Suyapa; es más sorprendente aún que nada logra erosionar el amor y la fe de un pueblo que se identifica inmediatamente con la Morenita.

Ella, es el mejor icono, de lo que somos los hondureños. Una nación pequeña, a ratos de rodillas, pero con los ojos bien abiertos y las manitas juntas. Si el modelo lo siguiésemos, a pie puntillas, nos daríamos cuenta de que ahí está todo. Todo el proyecto de lo que debemos ser. Tenemos nuestra dignidad, no somos mediocres, somos apasionados y aunque somos un pueblo pequeño, con menos posibilidades que otros, pero, por eso no nos amedrentamos. Es cierto que nos doblegan muchas cosas.

Desde los mismos males que nos provocamos a nosotros mismos, hasta aquellos que nos han oprimido por siglos. Pero estar de rodillas, no significa que lo hemos perdido todo. Para eso nos sirven las manitas juntas, para recordar que sin Dios, nada es posible. Los ojos bien abiertos de María de Suyapa, deberían ser el modelo de un país que debe ver con claridad, de frente. Pero, sinceramente creo que lo deberíamos aprender sobre todas las cosas, de María de Suyapa. Es la boquita pequeña. Aquí hay muchos que la boca la tienen, tenemos, demasiado grande. Sería bueno aprender a callar y actuar más.

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