Reflexión |Sangre que germina

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

Una vez más, la Conferencia Episcopal de Honduras, nos ha regalado un mensaje extraordinariamente cargado de buenos consejos y de señalamientos que deberían servirnos a todos, como sociedad, para revisar el proceder de nuestro ser nación. Como ya ha ocurrido en el pasado, algunos han tomado los consejos de los señores obispos con la actitud de quien es capaz de aceptar y reconocer, los propios errores. Porque no se trata, de andar haciendo juicios de valor o de pretender, que el mensaje de esperanza que ellos han querido compartir, se trate de una opinión política más. Los obispos, no opinan sobre política sino que tratan de iluminar el acontecer nacional desde la perspectiva del Evangelio.

En particular, por aquello de qué es a mí quien encomiendan la tarea de darle lectura a esos mensajes, termino siendo identificado como si el mensaje fuese mío. Claro que lo hago mío, en cuanto miembro de la iglesia que peregrina en Honduras. Simpáticamente, por decirlo de alguna manera, hace cuatro años o más, fui tildado de miembro del Partido Libertad y Refundación. Hoy en día, he sido tildado de miembro del Partido Nacional de Honduras. He bromeado mucho con eso, pero es la verdad: a ratos me siento como la India María, porque no soy de aquí ni soy de allá. De corazón les comparto que sueño con el día en que en nuestro terruño alcancemos a ser capaces de dialogar y de escucharnos, sobre todo, sin andar encasillando al otro en posiciones que no contribuyen a la unidad y a superar nuestras diferencias de manera civilizada. No entiendo porque algunos les resulta tan difícil entender que existan personas que se dejen llevar por la ética y no por un interés mezquino.

A veces, y espero nadie se ofenda con ello, cuando me acusan o acusan a los señores obispos de estar siendo pagados para decir lo que dicen, me dan ganas de decirles aquello del refrán: el que la usa se las imagina. Definitivamente, amar este país y trabajar por él, es sumamente difícil. Lo repito, es muy difícil, lo cual no implica que sea imposible.

Un amigo periodista me decía en estos días, que es de admirar la constancia de los señores obispos en saber poner el dedo sobre la llaga sin ofender, e intentar, machaconamente, que los que están en el poder entiendan que su visión tan reducida y egoísta, cada vez más nos está llevando a un despeñadero en el que lo único que aumenta es el descontento, la frustración y el dolor, de miles y miles de personas, que soñaban con que algo distinto podía ocurrir. De lo dicho en este último mensaje por los señores obispos, sigue resonando no sólo en mis oídos sino en mi corazón aquello del dinero maldito que por culpa del narcotráfico ha derramado sangre inocente entre nosotros. Ruego a Dios que esta sangre, la de Juan Antonio López y otros, germine como buena semilla para que nuestro país cambie.

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