
Concluimos el mes de mayo, que popularmente es conocido como el mes de María, aún y cuando legítimamente, como se los compartí en su momento, el mes de María debería de ser el mes de diciembre. Lo terminamos con el buen sabor que nos ha dejado no sólo la elección del papa León XIV sino y sobre todo, la alegría que seguimos disfrutando por el jubileo de este año. También esta semana que recién acaba de concluir se han cumplido los 70 años de la creación del CELAM, el Consejo Episcopal Latinoamericano, que ha sido y seguirá siendo una escuela privilegiada de sinodalidad para el continente y para el mundo entero.
El modelo que quedó plasmado en aquella reunión de 1955 en Río de Janeiro, sigue produciendo muchos frutos y también de esto, estamos alegres. Pero, si me lo permiten, antes de entrar en materia de lo que quiero compartirles a lo largo de este mes, me parece oportuno, recordarles el que no debemos desperdiciar la Gracia, tan particular, que no es concedida, este año, de la indulgencia jubilar. Comenzamos pues, con el mes de junio, el mes del Sagrado Corazón de Jesús. Les he comentado en otras columnas de año anteriores que, en el caso muy particular, en nuestra parroquia, es el mes más complicado del año. Fuera qué la Parroquia es Sagrado Corazón de Jesús, resulta que también tenemos dos templos, uno dedicado a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y otro a San Antonio de Padua.
Es decir, que todas las fiestas patronales de la parroquia se celebran en junio. Este año incluso, hay 2 de las ferias patronales que coinciden en la misma fecha, porque Sagrado Corazón de Jesús este año es 27 de junio y es la misma fecha de la fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Dado que este próximo 27 de junio, concluye también el año jubilar por los 350 años del inicio de las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque, si no aparece una situación extraordinaria que me obligue a cambiar el tema, quisiera dedicar los espacios de este mes en nuestro rotativo para comentarles un poco la encíclica del papa Francisco: Dilexit nos.
Esta fue su última encíclica y, bellamente, la Providencia Divina quiso que el tema que desarrollase fuese sobre la doctrina, la teología del Sagrado Corazón de Jesús, con el estilo propio que caracterizó al papa Francisco de hablar siempre con un sentido de intimidad y de auto revelación, porque siempre que nos escribió parecía que nos estaba contando su propia vida. La Dilexit nos, no es la excepción. Por el espacio, solo les comparto la primera frase que me golpeó al leer el documento: “Su corazón abierto nos precede y nos espera sin condiciones, sin exigir un requisito previo para poder amarnos y proponernos su amistad”. Ese es el Corazón de nuestro Señor.