Reflexión | Mayo

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

El mes de mayo que estamos comenzando, evoca celebraciones cargadas de profundos sentimientos marianos. Popularmente, es un mes dedicado a la Madre del Señor y Madre Nuestra. No se trata únicamente de que, el próximo domingo, celebraremos el Día de la Madre, sino que podríamos encontrar otro montón de razones como le hecho que mayo es el mes de las flores y adornar a la mamá con flores es una hermosa tradición.

En nuestro entorno deberíamos de acrecentar nuestra oración al Señor, para pedir que llueva abundantemente a lo largo de este mes para que así nuestros campos puedan reverdecer y los campesinos se alegren con una producción que les ayude a llevar adelante la vida propia y la de sus familias. En el hemisferio norte, que algunos no quieren admitir que estamos en él, por aquello de que vivimos en el Caribe, estamos en los meses de la primavera.

Si desglosamos esa palabra descubriremos que primavera, significa la primera verdad, la primera alegría, la primera esperanza. Es eso lo que precisamente pretende buscar el tiempo de la Pascua del cual apenas llevamos un par de semanas. Todo el mes de mayo no solo litúrgicamente si no estacionalmente es un tiempo de “primavera”. Es un tiempo para volver a la primera verdad. Es un tiempo para recordar que la verdad nos vino gracias al amor de una jovencita que fue obediente al proyecto de Dios y se dejó llenar por el Espíritu Santo. Además, para nosotros celebrar este mes de mayo en medio del Año Jubilar Mariano que estamos celebrando por los 275 años del hallazgo de la imagencita de Nuestra Señora de Suyapa, tiene un valor duplicado.

El Santuario Nacional de Nuestra Señora de Suyapa, la Basílica menor de Nuestra Señora de Suyapa, hoy más que nunca es la casa común de todos los que habitamos en Honduras y de todos aquellos hondureños que viviendo fuera de la patria añoran volver a estar delante de la Señora, para sentir ese amor tierno, pequeñito, que solo ella sabe dar.

La devoción a Nuestra Señora de Suyapa ha crecido mucho en los últimos años por contagio. Muchas personas, a las que ni siquiera me atrevo a llamar a extranjeras, porque en el Corazón Inmaculado de nuestra Madre no existe esa palabra, han aprendido a amar profundamente a nuestra Morenita.

Quiero creer que, esto es producto que conocieron alguno de sus hijos, de sus devotos, que les llevaron espiritual o físicamente, a colocarse delante de la imagencita de Nuestra Señora. Si está claro, que la función de una madre es reunir a la familia, como vínculo que le recuerda constantemente lo que son y lo que podrían ser, el mes de mayo, debería significar un tiempo de Gracia en el que de la mano de Nuestra Madre común, aprendamos a ser familia. Aprendamos a no discriminar a nadie, a respetar a todos, y a caminar juntos.

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