Reflexión | El cielo existe

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

Sinceramente, siempre me he preguntado si estos señores que viven de la política, no solo en nuestro país sino también en otras latitudes, tendrán conciencia de lo limitado de su poder y, sobre todo, del tiempo con el que cuentan. Créanme que me pregunto si tienen conciencia de la eternidad o de si en algún momento se preguntan por el qué hay después de esta vida.

Este domingo, como Iglesia, estamos celebrando la solemnidad de la Ascensión del Señor a los Cielos y me parece que la referencia es más que elocuente para mis dudas, porque con tanto afán que tienen algunos de llenarse los bolsillos de dinero y vaciar la cabeza de conciencia, parece que el Cielo no existe.

En el ejercicio del poder, que es un arte que lamentablemente no todos sus actores salen desempeñar, algunos por ser enfermos de poder y por creerse semidioses, otros sólo saben ser cajas de resonancia de ideas desfasadas. No se alimentan de sacrificios humanos pero parece ser que la conciencia tampoco les funciona cuando de sacrificar la dignidad y la libertad de las personas se trata. De lo que sí se alimentan es de aplausos cargados de servilismo pero que, a la vista está, se van ahogando y desaparecen cuando las promesas y las esperanzas se diluyen porque no estaban sustentadas en la verdad, sino en la conveniencia de alcanzar, a costa de lo que fuese, ese poder efímero que tarde o temprano les pasara factura.

Es verdad y permítanme decir que tienen toda la razón del mundo, aquellos que me dicen: Padre, lo que usted escribe, los políticos no lo leen. Es decir, traducido a buen hondureño, deje de gastar pólvora en zopilote. Sin embargo, la columna no la escribo pensando en que me lean ellos, signo porque mi conciencia quede un poco en paz, porque es mi deber de sacerdote, en este caso de recordarme y recordarles a todos ustedes que el cielo existe y que debería de ser nuestra meta. Me obliga el sentido de fraternidad y de corresponsabilidad que algunos no tienen y otros lo perdieron.

Desde la semana pasada estuve tentado de dedicar este espacio a meditar sobre una situación particular que nos ocurrió en mi parroquia pero que lamentablemente ha ocurrido en muchísimas partes de nuestro país producto de la ola de violencia que se está incrementando, cada día más. Me refiero al asesinato de cuatro jóvenes, dos de los cuales eran familiares de miembros de algunas de nuestras Comunidades Eclesiales de Base. Muchachos muy jóvenes, por los cuales no pude más que ofrecer la Santa eucaristía y celebrar las exequias de alguno de ellos. Tengo claro que desde la fe no hay cosa más grande que pude ofrecer que la Santa Misa en sufragio de su alma.

Estos muertos, los míos y los de todos, deberían recordarnos a todos, criminales y víctimas, políticos y gente de a pie, que el cielo existe y que o lo ganamos o lo perdemos, pero con odio y violencia, seguro no lo alcanzaremos.

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